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María, Medianera de todas las gracias

Esta advocación de María se acepta durante el pontificado de Benedicto XV. El 21 de enero de 1921, aprobó la Misa y el oficio, o sea el recitado de la liturgia de las horas, para esta advocación.
La cristiandad desde los primeros siglos invoca a María como medianera de las gracias que nos llegan por medio de Jesús, único mediador entre Dios y los hombres. En el siglo 3º se recita la oración que nosotros seguimos repitiendo, “Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios…”
Esta advocación de la Virgen María viene a través de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, en la Liturgia, Encíclicas, Cartas Pastorales, predicación, palabras de los teólogos aprobados por la Iglesia. «Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la Redención ... ; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos». (Credo de Pablo VI, n. 15)
«María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del futuro» (Juan Pablo II en España).
Todas las gracias vienen a través de María, porque Jesucristo, el Salvador del mundo, viene a través de María. Esta es la mayor gracia que recibe la humanidad, aparte de Jesús.
Dios Padre habría podido determinar cualquier otra forma o manera de redimir al hombre, pero ha sido su voluntad elegir este modo desde toda la eternidad. Ella garantiza la realidad profunda de la Encarnación. Por medio de María y por obra del Espíritu Santo, el Redentor viene al mundo encarnándose en las entrañas virginales de la Virgen María, ella acepta libremente la voluntad de Dios Padre: “María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».
Esta mediación no menoscaba la mediación de Jesús, único mediador entre Dios y los hombres porque es el único Redentor. La mediación de María es subordinada, nos dispone y nos lleva inmediatamente a Jesús.
En los evangelios de Mateo y Lucas se hace énfasis en el nacimiento de Jesús a través de María y el Poder del Espíritu Santo. En el evangelio de San Juan vemos también la mediación intercesora de María en el banquete de las Bodas de Caná. En los comienzos de la predicación pública de Jesús, María está presente. Y en la hora sublime de la vida de Jesús, al dar su propia vida por la redención de toda la humanidad, Jesús nos la deja como Madre cuando le dice a Juan, “Aquí está tu Madre” y en Juan está toda la humanidad, afirma Santo Tomás de Aquino.
En dos ocasiones se registran conversaciones entre Jesús y su Madre María; cuando lo buscan y lo encuentran en el Templo enseñando a los Doctores de la Ley; María le dice a Jesús de la gran preocupación de ella y de José al buscarlo y no encontrarlo. Jesús expresa su sorpresa y conforme a la petición de su Madre, vuelve a la casa con ellos. En Caná solo dice “se ha acabado el vino” y, luego de una cierta vacilación evidente, Jesús responde a su petición. Jesús no puede negarle nada a ella, del mismo modo ella no puede pedir nada que no está en armonía con su voluntad.
Expresamos nuestra fe en María como Medianera de todas las Gracias cuando en nuestra oración le pedimos las gracias que necesitamos para cumplir nuestra misión para la cual estamos aquí en este mundo y especialmente en el momento de nuestra muerte. “SANTA MARÍA MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS PECADORES, AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. AMÉN
Cuando el Papa Juan 23º anunció que convocaría un Concilio, han llovido cartas de petición de parte de Obispos, Congregaciones Religiosas, Institutos Laicales, feligreses, etc., solicitando se declarara dogma este atributo de María, igualándolos así a los dogmas ya existentes de la Inmaculada Concepción y de su gloriosa Asunción a los cielos. El Concilio Vaticano Segundo no ha proclamado dogma la mediación universal de María, para no herir las susceptibilidades de los teólogos protestantes en el proceso de ecumenismo y unidad que viene adelantando la Iglesia. Pero sí ha fijado los principios doctrinales y prácticos y así lo recomendó a los fieles.
Invoquemos a María, nuestra Madre del cielo, con confianza que siempre nos escucha y presenta nuestras peticiones a su Divino Hijo Jesús.



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