El mayor don en la vida es dar lo que tienes, no hay mayor amor que dar
la vida, lo mucho o poco que tengas; pero algo que tengamos que
compartir. Quien da más, más recibe. Los hombres creemos que guardando
lo que tenemos, lo haremos crecer; en la vida cristiana esto se llama
egoísmo, nos limita y no nos deja crecer.
Un día, un hombre joven se situó en el centro de un poblado y proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una
gran multitud se congregó a su alrededor y todos admiraron y
confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en él ni
máculas ni rasguños. De pronto, un anciano se acercó y dijo: Perdona
mi atrevimiento, pero, ¿por qué dices eso, si tu corazón no es ni
siquiera aproximadamente tan hermoso como el mío, o el de tantas otras
personas?
Sorprendidos la multitud y el joven, miraron el
corazón del viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba
cubierto de cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y
éstos habían sido reemplazados por otros que no encajaban perfectamente
en el lugar, pues se veían bordes y aristas irregulares en su derredor.
Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos profundos.
El
joven contempló el corazón del anciano, y al ver su estado desgarbado,
se echó a reír. "Debes estar bromeando -dijo- compara tu corazón con el
mío... ¡El mío es perfecto! En cambio, el tuyo, es un conjunto de
cicatrices y dolor".
Es cierto -dijo el anciano- tu corazón luce
perfecto, pero yo jamás me involucraría contigo... "Mira, cada cicatriz
representa una persona a la cual entregué todo mi amor; arranqué
trozos de mi corazón, para entregárselos a cada uno de aquellos que he
amado. Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que he
colocado en el lugar que quedó abierto; de ahí quedaron los huecos. Dar
amor es arriesgar, pero a pesar del dolor que esas heridas me producen
al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo amando, y alimentan
la esperanza que algún día -tal vez-, regresen y llenen el vacío que
han dejado en mi corazón. ¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente
hermoso?"
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por
sus mejillas; se acercó y le dio un pedazo de su corazón al anciano, de
igual manera hizo éste y le dio un pedazo de su corazón al joven.
Al
no haber sido idénticos lo trozos, se notaban los bordes y las uniones.
El joven miró su corazón, que ya no era perfecto, pero lucía
mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su
interior... y el amor de él en el corazón del anciano.
El joven sólo pudo reaccionar y decirle al anciano: "Si, en verdad ahora puedo ver lo hermoso que es tu corazón"
Y tu corazón... ¿cuántas cicatrices tiene?
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
María, gracias por enseñarme a entregar mi voluntad a Dios,
a no querer cumplir todos mis deseos, por muy importantes
que me puedan parecer, a saber dejar todo en manos
de nuestro Padre y Señor. Quiero imitar tu bondad y
disposición para ayudar a los demás. Intercede por mí para
que sepa imitar esas virtudes que más agradan a tu
Hijo, nuestro Señor.
Fiesta de la Visitación de la Virgen María
Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel
también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y
comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y
llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había
encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a
saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se
adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.
Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.
Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.
Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.
Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.
Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.
Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.
Dios
todopoderoso y eterno, tú que, cuando María llevaba en su seno a tu
Hijo, le inspiraste que visitara a su prima santa Isabel, haz que
nosotros seamos siempre dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para
que, con María, podamos proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Lc 1, 39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró
en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de
María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu
Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor
venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue
anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la
grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi
Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el
Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su
misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que
lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de
corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos
vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su
descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y
luego regresó a su casa.
Saber orar con mis preocupaciones
La oración no es el efecto de una actitud exterior, sino que procede del
corazón. No se reduce a unas horas o momentos determinados, sino que
está en continua actividad, lo mismo de día que de noche. No hay que
contentarse con orientar a Dios el pensamiento cuando se dedica
exclusivamente a la oración; sino que, aun cuando se encuentre absorbida
por otras preocupaciones (...) hay que sembrarlas de deseo y el
recuerdo de Dios. San Juan Crisóstomo, Homilía 6 sobre la oración.
El corazón es, tal vez, la parte del cuerpo a la que más hacemos referencia. Frases como «sigue los impulsos de tu corazón» o «me has roto el corazón» se han convertido ya en clichés para describir ciertos aspectos de nuestra existencia. Y no importa qué diga la razón: si "el corazón está sano", creemos que todo va viento en popa en nuestra vida. Incluso llegamos a dar valor moral a acciones que "sentimos" que están bien, sin importarnos lo objetivamente mal que esté.
Tal vez esta es la razón por la cual muchos, al leer el texto de San Juan Crisóstomo de arriba, sienten algo de desánimo. En su tristeza, esas personas pueden argumentar algo así: ¿Cómo puedo orar bien si la verdadera oración es la que procede del corazón? El mío está lleno de preocupaciones, debilidades; incluso de pecado. ¡Nunca podré orar bien!.
Permítanme dar un paso atrás y hacer un pequeño experimento. Supongamos que te llaman de la policía citándote en la comisaría, dado que alguien te ha denunciado por ciertas acciones penales. ¡Vas a ir a juicio! Más aún: ¡¡puedes ir a la cárcel!! ¿Cuál es tu primera reacción? O mejor: ¿a quién llamas para contárselo? Tu esposo o esposa, alguno de tus padres, hermanos. Tal vez un amigo... Siempre hay alguien ahí en quien confías plenamente y con el que vas para desahogarte.
Pues bien, la oración puede y debe ser justamente esto. Si nuestro corazón está lleno de inquietudes por diversas preocupaciones de nuestra vida, ¡qué mejor que platicarlo con Dios! ¿O es que Dios sólo escucha padresnuestros y avesmarías? ¿Ésa es la única oración que me sé?
Volvamos al ejemplo. Imagínense que llamas a tu amigo de toda la vida para platicar. Todos tus pensamientos están cargados de la preocupación del posible juicio. Llegas a la cafetería en donde te están ya esperando... y en vez de confiarle todo esto, empiezas a hablar del último coche que ha sacado la Ferrari. ¿No es algo ridículo?
Pues nuestra oración a veces se vuelve así de ridícula: teniendo mil preocupaciones, forzamos nuestro interior meditando tal vez pasajes del Evangelio bellísimos... pero que ¡nada tienen que ver por lo que mi alma está pasando en ese momento! Y así sí que estaría de acuerdo con la objeción: ¡nunca se podrá orar!
«La oración no es el efecto de una actitud exterior, sino que procede del corazón», dice San Juan Crisóstomo. Y por eso, las preocupaciones que lo llenan pueden ser una excelente oportunidad para crecer en mi oración. Después de todo, ¡quién mejor que Dios para confiarle nuestras inquietudes, nuestros propósitos! ¿Voy a hacer un examen en la Universidad? Se lo confió a Dios. ¿Empiezo a salir con una chica muy guapa y que no sé si puede ser mi futura esposa? Se lo platico a Dios para que nos ilumine a los dos. ¿Mi hijo está teniendo problemas en la escuela y no sé qué hacer? Le pido luz a Dios. ¿Voy a ver un partido de fútbol? Invito a Dios a que venga a disfrutarlo conmigo...
Todo puede ser oración si a cada etapa de mi vida sé sembrarla, con sencillez y cariño, de ese «deseo y recuerdo de Dios» de los que habla San Juan Crisóstomo. Es lograr, a fin de cuentas, que Él sea un Amigo íntimo: Alguien en quien siempre puedo confiar, con quien siempre puedo platicar de lo bueno y lo malo. En resumen, el centro de mi corazón... ¡y perdón por el cliché!
Fuente: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C - La-oracion.com
El corazón es, tal vez, la parte del cuerpo a la que más hacemos referencia. Frases como «sigue los impulsos de tu corazón» o «me has roto el corazón» se han convertido ya en clichés para describir ciertos aspectos de nuestra existencia. Y no importa qué diga la razón: si "el corazón está sano", creemos que todo va viento en popa en nuestra vida. Incluso llegamos a dar valor moral a acciones que "sentimos" que están bien, sin importarnos lo objetivamente mal que esté.
Tal vez esta es la razón por la cual muchos, al leer el texto de San Juan Crisóstomo de arriba, sienten algo de desánimo. En su tristeza, esas personas pueden argumentar algo así: ¿Cómo puedo orar bien si la verdadera oración es la que procede del corazón? El mío está lleno de preocupaciones, debilidades; incluso de pecado. ¡Nunca podré orar bien!.
Permítanme dar un paso atrás y hacer un pequeño experimento. Supongamos que te llaman de la policía citándote en la comisaría, dado que alguien te ha denunciado por ciertas acciones penales. ¡Vas a ir a juicio! Más aún: ¡¡puedes ir a la cárcel!! ¿Cuál es tu primera reacción? O mejor: ¿a quién llamas para contárselo? Tu esposo o esposa, alguno de tus padres, hermanos. Tal vez un amigo... Siempre hay alguien ahí en quien confías plenamente y con el que vas para desahogarte.
Pues bien, la oración puede y debe ser justamente esto. Si nuestro corazón está lleno de inquietudes por diversas preocupaciones de nuestra vida, ¡qué mejor que platicarlo con Dios! ¿O es que Dios sólo escucha padresnuestros y avesmarías? ¿Ésa es la única oración que me sé?
Volvamos al ejemplo. Imagínense que llamas a tu amigo de toda la vida para platicar. Todos tus pensamientos están cargados de la preocupación del posible juicio. Llegas a la cafetería en donde te están ya esperando... y en vez de confiarle todo esto, empiezas a hablar del último coche que ha sacado la Ferrari. ¿No es algo ridículo?
Pues nuestra oración a veces se vuelve así de ridícula: teniendo mil preocupaciones, forzamos nuestro interior meditando tal vez pasajes del Evangelio bellísimos... pero que ¡nada tienen que ver por lo que mi alma está pasando en ese momento! Y así sí que estaría de acuerdo con la objeción: ¡nunca se podrá orar!
«La oración no es el efecto de una actitud exterior, sino que procede del corazón», dice San Juan Crisóstomo. Y por eso, las preocupaciones que lo llenan pueden ser una excelente oportunidad para crecer en mi oración. Después de todo, ¡quién mejor que Dios para confiarle nuestras inquietudes, nuestros propósitos! ¿Voy a hacer un examen en la Universidad? Se lo confió a Dios. ¿Empiezo a salir con una chica muy guapa y que no sé si puede ser mi futura esposa? Se lo platico a Dios para que nos ilumine a los dos. ¿Mi hijo está teniendo problemas en la escuela y no sé qué hacer? Le pido luz a Dios. ¿Voy a ver un partido de fútbol? Invito a Dios a que venga a disfrutarlo conmigo...
Todo puede ser oración si a cada etapa de mi vida sé sembrarla, con sencillez y cariño, de ese «deseo y recuerdo de Dios» de los que habla San Juan Crisóstomo. Es lograr, a fin de cuentas, que Él sea un Amigo íntimo: Alguien en quien siempre puedo confiar, con quien siempre puedo platicar de lo bueno y lo malo. En resumen, el centro de mi corazón... ¡y perdón por el cliché!
Fuente: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C - La-oracion.com
En tu
regazo de madre
vengo a dejar mi plegaria,
que es una flor pasionaria
deshojada ante la cruz.
Te rezo por el que llora,
por el que sufre tristeza,
te rezo por quien no reza,
por quien no busca tu luz.
Te rezo por los hermanos
que ya cumplieron su anhelo
y están contigo en el cielo
junto al trono del Señor.
Por ellos y por nosotros
es mi oración costalera
una plegaria sincera
y una súplica de amor.
Ampara a nuestra hermandad;
protégela, Madre mía,
porque sólo en ti confía
y en ti busca protección.
Haz, Madre, que en nuestras almas
siempre esté tu nombre escrito,
como un recuerdo bendito
que enamora el corazón.
vengo a dejar mi plegaria,
que es una flor pasionaria
deshojada ante la cruz.
Te rezo por el que llora,
por el que sufre tristeza,
te rezo por quien no reza,
por quien no busca tu luz.
Te rezo por los hermanos
que ya cumplieron su anhelo
y están contigo en el cielo
junto al trono del Señor.
Por ellos y por nosotros
es mi oración costalera
una plegaria sincera
y una súplica de amor.
Ampara a nuestra hermandad;
protégela, Madre mía,
porque sólo en ti confía
y en ti busca protección.
Haz, Madre, que en nuestras almas
siempre esté tu nombre escrito,
como un recuerdo bendito
que enamora el corazón.
Santa Juana de Arco
Nació en 1412, en Domrémy, la actual Domrémy-la-Pucelle, en Lorena,
Francia; era la época de la llamada Guerra de los Cien Años, en la que
Inglaterra intentaba imponer su hegemonía sobre Francia.
El padre de Juana, Jacques Tarc, era un campesino pudiente que llegó a ser alcalde de su pueblo. A los 13 años de edad ella empezó a escuchar “voces” que la instaban a llevar una vida virtuosa y devota de Dios, y una aparición del Arcángel Miguel la convenció de que ella habría de liberar a Francia de los ingleses.
En 1429 el “delfín”, o sucesor al trono, Carlos VII, se encontraba en Chinon, mientras que la ciudad de Orléans estaba sitiada por los ingleses; las “voces interiores” le indicaron a Juana de Arco que debía presentarse ante él. En la entrevista le profetizó en el nombre del Cielo la salvación de Francia y su coronación en Reims.
Tras algunas semanas en que los religiosos de la corte sometieron a prueba la veracidad de la “iluminación” de Santa Juana, y acaso más por impotencia y falta de alternativas, Carlos VII finalmente le concede el mando de una pequeña unidad de soldados y la encomienda de liberar Orléans.
Hacia allá se dirige: consigue pasar a través de las tropas inglesas y penetrar a la ciudad, donde exhorta y convence con sus palabras inflamadas a los sitiados. Con renovado ánimo y valentía, los franceses acometen, rompiendo el cerco y expulsando a los ingleses.
Convencido de que era enviada de Dios, Carlos VII le concede el mando del ejército, con el que logran recuperar la mayor parte del territorio que estaba en manos extranjeras. Carlos es coronado en Reims, como ella había predicho, pero temiendo la popularidad que Juana había alcanzado, pacta una tregua con los ingleses.
Ella entiende que ese pacto obstaculizaba su misión, y decide seguir combatiendo. Sin embargo es traicionada, cayendo en manos del conde de Luxemburgo, quien la entrega a sus enemigos. Los ingleses la acusaron de ser bruja, pues así Carlos VII habría llegado al trono gracias a las demoniacas artes de una “hereje”.
Por ese motivo fue quemada viva en Rouen, a los 19 años de edad. Más para limpiar el nombre del rey que el de ella, una revisión del juicio llevada a cabo veinte años después concluyó con su absolución, y por establecer la veracidad de sus acciones.
Santa Juana de Arco, conocida también como Santa Juana de Orléans, fue canonizada en 1920 por el papa Benedicto XV.
El padre de Juana, Jacques Tarc, era un campesino pudiente que llegó a ser alcalde de su pueblo. A los 13 años de edad ella empezó a escuchar “voces” que la instaban a llevar una vida virtuosa y devota de Dios, y una aparición del Arcángel Miguel la convenció de que ella habría de liberar a Francia de los ingleses.
En 1429 el “delfín”, o sucesor al trono, Carlos VII, se encontraba en Chinon, mientras que la ciudad de Orléans estaba sitiada por los ingleses; las “voces interiores” le indicaron a Juana de Arco que debía presentarse ante él. En la entrevista le profetizó en el nombre del Cielo la salvación de Francia y su coronación en Reims.
Tras algunas semanas en que los religiosos de la corte sometieron a prueba la veracidad de la “iluminación” de Santa Juana, y acaso más por impotencia y falta de alternativas, Carlos VII finalmente le concede el mando de una pequeña unidad de soldados y la encomienda de liberar Orléans.
Hacia allá se dirige: consigue pasar a través de las tropas inglesas y penetrar a la ciudad, donde exhorta y convence con sus palabras inflamadas a los sitiados. Con renovado ánimo y valentía, los franceses acometen, rompiendo el cerco y expulsando a los ingleses.
Convencido de que era enviada de Dios, Carlos VII le concede el mando del ejército, con el que logran recuperar la mayor parte del territorio que estaba en manos extranjeras. Carlos es coronado en Reims, como ella había predicho, pero temiendo la popularidad que Juana había alcanzado, pacta una tregua con los ingleses.
Ella entiende que ese pacto obstaculizaba su misión, y decide seguir combatiendo. Sin embargo es traicionada, cayendo en manos del conde de Luxemburgo, quien la entrega a sus enemigos. Los ingleses la acusaron de ser bruja, pues así Carlos VII habría llegado al trono gracias a las demoniacas artes de una “hereje”.
Por ese motivo fue quemada viva en Rouen, a los 19 años de edad. Más para limpiar el nombre del rey que el de ella, una revisión del juicio llevada a cabo veinte años después concluyó con su absolución, y por establecer la veracidad de sus acciones.
Santa Juana de Arco, conocida también como Santa Juana de Orléans, fue canonizada en 1920 por el papa Benedicto XV.
Bondadoso Dios; Gracias por este nuevo día :
Toca nuestros ojos , para que podamos ver con claridad;
toca nuestros oídos para que podamos escuchar atentamente;
toca nuestra boca, para que podamos llevar con alegria Tu Mensaje;
toca nuestras manos, para que podamos darnos con disposición
toca nuestra vida , para que seamos instrumentos del Espíritu Santo,
toca nuestro corazón para que te sirvamos y nos permita sentir Tu amor.
Gracias porque siempre nos escuchas.
Toca nuestros ojos , para que podamos ver con claridad;
toca nuestros oídos para que podamos escuchar atentamente;
toca nuestra boca, para que podamos llevar con alegria Tu Mensaje;
toca nuestras manos, para que podamos darnos con disposición
toca nuestra vida , para que seamos instrumentos del Espíritu Santo,
toca nuestro corazón para que te sirvamos y nos permita sentir Tu amor.
Gracias porque siempre nos escuchas.
Amén
Mc 10, 32-45
Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a
sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían
miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que
le iba a suceder: "Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre
será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a
muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo
escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará".
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le
dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le
dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "¡No saben lo que
piden! ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que
yo recibiré?". "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó:
"Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo
que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a
mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido
destinados". Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se
indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que
aquéllos a quienes se considera gobernantes dominan a las naciones como
si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser
grande que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero
que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino
para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una
multitud".
Nos encontramos a Dios de mil maneras. A veces uno ni se da cuenta. En un
rato de oración. En un momento de risa. En un abrazo que llega justo cuando se
necesitaba. En un poema. En el silencio. En la palabra. En las preocupaciones
que abren la puerta a soluciones nuevas. En las personas. En la quietud de una
iglesia. En una celebración que me llega especialmente…
No existe en este mundo...
Hombre con tan alta distinción...
Como la que recibiste tu, María...
Siendo desposada por nuestro Dios...
Que en Su obra redentora...
Regia y vital fue tu misión...
Al ser Madre de su Hijo...
Para nuestra salvación.
El Señor, te ha elegido...
Hallaste de él predilección...
¿Cómo no he de amarte yo?
Señora, que plena en la gracia...
Al pie de la Cruz, nos fuiste entregada...
Por Jesús, en maternal protección...
A todos los necesitados de esta tierra...
Que peregrinamos de tu mano al Amor.
Al Creador, gracias damos Santísima...
Por tu Inmaculada Concepción...
Y veneramos tu Corazón...
Fuente de inefables delicias...
Que nos alcanza del Señor las caricias...
Llenándonos de esperanza y tierna consolación.
Bendita Pastora nuestra...
Remanso en nuestra aflicción...
Dulce regazo del alma...
En ti, glorificamos a Dios...
Lo adoramos, lo alabamos y bendecimos...
Y cantamos agradecidos...
Por entregarnos a tu amorosa intercesión.
Hombre con tan alta distinción...
Como la que recibiste tu, María...
Siendo desposada por nuestro Dios...
Que en Su obra redentora...
Regia y vital fue tu misión...
Al ser Madre de su Hijo...
Para nuestra salvación.
El Señor, te ha elegido...
Hallaste de él predilección...
¿Cómo no he de amarte yo?
Señora, que plena en la gracia...
Al pie de la Cruz, nos fuiste entregada...
Por Jesús, en maternal protección...
A todos los necesitados de esta tierra...
Que peregrinamos de tu mano al Amor.
Al Creador, gracias damos Santísima...
Por tu Inmaculada Concepción...
Y veneramos tu Corazón...
Fuente de inefables delicias...
Que nos alcanza del Señor las caricias...
Llenándonos de esperanza y tierna consolación.
Bendita Pastora nuestra...
Remanso en nuestra aflicción...
Dulce regazo del alma...
En ti, glorificamos a Dios...
Lo adoramos, lo alabamos y bendecimos...
Y cantamos agradecidos...
Por entregarnos a tu amorosa intercesión.
Beata Úrsula Ledóchowska
Nació en 1865, en Loosdorf, Austria, aunque su familia pertenecía a la nobleza de Polonia.
Hija del conde Antonio Ledóchowski y de su mujer, suiza de clase alta, la infancia de la pequeña Julia María, destinada a convertirse en Santa Úrsula, estuvo llena de religiosidad: su hermana María Teresa llegaría a ser beatificada (por Paulo VI), y su hermano Vladimir sería general de la orden jesuita.
Cuando ella tenía 8 años de edad, su padre perdió la mayor parte de su fortuna debido a la crisis bancaria de 1873, por lo que la familia tuvo que mudarse a Polonia. El conde falleció en 1885, y Julia quedó bajo la tutela de su tío, el cardenal Lebo de Cracovia.
En esa ciudad ingresó al convento de las Ursulinas, profesando en 1889 con el nombre de María Úrsula de Jesús; ahí llegaría a ser superiora. Sin embargo, en 1907 se siente llamada a una misión más elevada, al percatarse de cuánto estaba cambiando el mundo; a la santa le preocupaban aspectos como acabar con la esclavitud y tener un diálogo positivo con las Iglesias protestantes.
Ese año se entrevista con el papa Pío X, proponiéndole una misión evangelizadora en Rusia, en la región en donde la Iglesia era menos aceptada. De este modo, en 1908 funda en San Petersburgo una rama de la Orden, que llegaría a ser la Congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, o de las “Ursulinas Grises”; su labor se centraba en proporcionar auxilio a los pobres, los enfermos, los ancianos y los niños sin hogar.
Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, Santa Úrsula Ledóchowska tuvo que exilarse en Suecia; ahí aprovecha para fundar escuelas en Suecia, Dinamarca y Finlandia, y para publicar un catecismo en lengua finlandesa.
Pasada la guerra, en 1920 regresó finalmente a Polonia, donde las Ursulinas Grises se constituyeron de manera oficial como entidad propia. En 1928 Santa Úrsula viajó a Roma, donde se había ubicado la sede de su Orden; ahí, ante diversos personajes de estado se manifestó por la independencia de Polonia.
En 1931 se trasladó definitivamente a la Ciudad Eterna, donde murió ocho años después. En la actualidad, las Ursulinas Grises llevan a cabo su labor en Polonia, Italia, Francia, Alemania, Finlandia, Bielorrusia, Ucrania, Canadá, Brasil, Argentina y Tanzania.
Juan Pablo II canonizó a Santa Úrsula Ledóchowska en 2003.
Hija del conde Antonio Ledóchowski y de su mujer, suiza de clase alta, la infancia de la pequeña Julia María, destinada a convertirse en Santa Úrsula, estuvo llena de religiosidad: su hermana María Teresa llegaría a ser beatificada (por Paulo VI), y su hermano Vladimir sería general de la orden jesuita.
Cuando ella tenía 8 años de edad, su padre perdió la mayor parte de su fortuna debido a la crisis bancaria de 1873, por lo que la familia tuvo que mudarse a Polonia. El conde falleció en 1885, y Julia quedó bajo la tutela de su tío, el cardenal Lebo de Cracovia.
En esa ciudad ingresó al convento de las Ursulinas, profesando en 1889 con el nombre de María Úrsula de Jesús; ahí llegaría a ser superiora. Sin embargo, en 1907 se siente llamada a una misión más elevada, al percatarse de cuánto estaba cambiando el mundo; a la santa le preocupaban aspectos como acabar con la esclavitud y tener un diálogo positivo con las Iglesias protestantes.
Ese año se entrevista con el papa Pío X, proponiéndole una misión evangelizadora en Rusia, en la región en donde la Iglesia era menos aceptada. De este modo, en 1908 funda en San Petersburgo una rama de la Orden, que llegaría a ser la Congregación de Hermanas Ursulinas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante, o de las “Ursulinas Grises”; su labor se centraba en proporcionar auxilio a los pobres, los enfermos, los ancianos y los niños sin hogar.
Cuando estalló la primera guerra mundial, en 1914, Santa Úrsula Ledóchowska tuvo que exilarse en Suecia; ahí aprovecha para fundar escuelas en Suecia, Dinamarca y Finlandia, y para publicar un catecismo en lengua finlandesa.
Pasada la guerra, en 1920 regresó finalmente a Polonia, donde las Ursulinas Grises se constituyeron de manera oficial como entidad propia. En 1928 Santa Úrsula viajó a Roma, donde se había ubicado la sede de su Orden; ahí, ante diversos personajes de estado se manifestó por la independencia de Polonia.
En 1931 se trasladó definitivamente a la Ciudad Eterna, donde murió ocho años después. En la actualidad, las Ursulinas Grises llevan a cabo su labor en Polonia, Italia, Francia, Alemania, Finlandia, Bielorrusia, Ucrania, Canadá, Brasil, Argentina y Tanzania.
Juan Pablo II canonizó a Santa Úrsula Ledóchowska en 2003.
Mc 10, 28-31
Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te
hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado
casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la
Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno
en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las
persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de
los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
María, tus hijos llenos de gozo,
Te proclamamos por siempre bienaventurada
Tú aceptaste gozosa la invitación del Padre
para ser la Madre de su Hijo.
Con ello nos invitas a descubrir
la alegría del amor y la obediencia a Dios.
Tú que acompañaste hasta la cruz a tu Hijo,
danos fortaleza ante el dolor
y grandeza de corazón
para amar a quienes nos ofenden.
Tú al unirte a la oración de los discípulos,
esperando el Espíritu Santo,
te convertiste en modelo
de la Iglesia orante y misionera.
Desde tu asunción a los Cielos,
proteges los pasos de quienes peregrinan.
guíanos en la búsqueda
de la justicia, la paz y la fraternidad.
María gracias por tenerte como Madre.
Amén.
Te proclamamos por siempre bienaventurada
Tú aceptaste gozosa la invitación del Padre
para ser la Madre de su Hijo.
Con ello nos invitas a descubrir
la alegría del amor y la obediencia a Dios.
Tú que acompañaste hasta la cruz a tu Hijo,
danos fortaleza ante el dolor
y grandeza de corazón
para amar a quienes nos ofenden.
Tú al unirte a la oración de los discípulos,
esperando el Espíritu Santo,
te convertiste en modelo
de la Iglesia orante y misionera.
Desde tu asunción a los Cielos,
proteges los pasos de quienes peregrinan.
guíanos en la búsqueda
de la justicia, la paz y la fraternidad.
María gracias por tenerte como Madre.
Amén.
María, Madre de la Iglesia
El Papa Pablo VI, el día 21 de noviembre de
1964, al clausurar la tercera etapa del Concilio Vaticano II, secundando
los deseos que le habían presentado muchos de los Padres conciliares,
dio a María el título honorífico de Madre de la Iglesia. De esta forma
subrayó la doctrina conciliar del capítulo VIII de la Constitución Lumen
gentium que acababa de ser promulgada y que reflexiona sobre las
estrechas relaciones que median entre María y la Iglesia.
"Quien medite sobre estas dos palabras: "María y la Iglesia" encontrará razones bellísimas para unir sus dos términos a una viva admiración del designio de Dios, que quiso la cooperación humana, la de María, la de la Iglesia, para el cumplimiento de la redención. Podemos decir más: en María, llena de gracia, encontramos todas las riquezas que la Iglesia representa, posee y dispensa; en María, sobre todo, tenemos a la Madre virginal de Cristo, en la Iglesia a la Madre virginal de los cristianos, siendo natural aquella maternidad y ésta mística" (Pablo VI, audiencia general del 27/05/1964).
Posteriormente, al ser promulgada en 1975 la segunda edición del Misal Romano de Pablo VI, se incluyó entre las misas votivas la celebración de María bajo este título de Madre de la Iglesia. Por su parte, el episcopado argentino solicitó y obtuvo de la Sede Apostólica la inserción de la memoria anual de santa María, Madre de la Iglesia, asignada al lunes después de Pentecostés.
"Quien medite sobre estas dos palabras: "María y la Iglesia" encontrará razones bellísimas para unir sus dos términos a una viva admiración del designio de Dios, que quiso la cooperación humana, la de María, la de la Iglesia, para el cumplimiento de la redención. Podemos decir más: en María, llena de gracia, encontramos todas las riquezas que la Iglesia representa, posee y dispensa; en María, sobre todo, tenemos a la Madre virginal de Cristo, en la Iglesia a la Madre virginal de los cristianos, siendo natural aquella maternidad y ésta mística" (Pablo VI, audiencia general del 27/05/1964).
Posteriormente, al ser promulgada en 1975 la segunda edición del Misal Romano de Pablo VI, se incluyó entre las misas votivas la celebración de María bajo este título de Madre de la Iglesia. Por su parte, el episcopado argentino solicitó y obtuvo de la Sede Apostólica la inserción de la memoria anual de santa María, Madre de la Iglesia, asignada al lunes después de Pentecostés.
San Germán
Nació en 496, en Autun, en Borgoña, Francia, hijo de un matrimonio de edad madura que no lo quiso mucho.
De niño, San Germán de París fue lo que hoy se diría un niño rechazado, pues creció con carencias de afecto y cariño familiar. Cuando llegó a la edad adulta vivió muchos años como ermitaño.
Hacia el año 530 entra en contacto con Agripin, el obispo de su natal Autun, quien al identificar su santidad, y después de convencerlo con sabios argumentos, lo convence de que acepte ser ordenado sacerdote.
Su carisma y su humildad son apreciados por los gobernantes y las autoridades de la Iglesia, y San Germán pasa por un prolongado pero continuo ascenso. En 540 es nombrado abad de San Sinforiano, en Autun, y en 550 le fue otorgado el cargo de Obispo de París.
Hacia la misma época, el rey Childeberto I lo nombra capellán real. Sin embargo, incluso viviendo en la corte y ostentando un cargo elevado continuó llevando una vida humilde, predicando a la gente y repartiendo sus posesiones entre los pobres.
Una de sus principales preocupaciones fue el trato a los prisioneros y a los cautivos, y aprovechó su cercanía con el monarca para abogar por que recibieran un trato digno.
A San Germán de París se le atribuyen numerosos milagros en vida, como lo fue una multiplicación de panes al escasear el alimento, cuando él estaba a cargo de la abadía de San Sinforiano, o bien apagar un incendio con un solo vaso de agua bendita.
A las afueras (en francés: des près) de París, San Germán fundó un monasterio benedictino. La tradición cuenta que un día él profetizó que su muerte ocurriría un día 28 de mayo, como en efecto sucedió, cuando él ya estaba entrado en sus ochentas.
Sus restos mortales fueron sepultados en la iglesia del monasterio que él mandó construir, la cual fue llamada a partir de ahí con su nombre: Saint Germain des Près.
De niño, San Germán de París fue lo que hoy se diría un niño rechazado, pues creció con carencias de afecto y cariño familiar. Cuando llegó a la edad adulta vivió muchos años como ermitaño.
Hacia el año 530 entra en contacto con Agripin, el obispo de su natal Autun, quien al identificar su santidad, y después de convencerlo con sabios argumentos, lo convence de que acepte ser ordenado sacerdote.
Su carisma y su humildad son apreciados por los gobernantes y las autoridades de la Iglesia, y San Germán pasa por un prolongado pero continuo ascenso. En 540 es nombrado abad de San Sinforiano, en Autun, y en 550 le fue otorgado el cargo de Obispo de París.
Hacia la misma época, el rey Childeberto I lo nombra capellán real. Sin embargo, incluso viviendo en la corte y ostentando un cargo elevado continuó llevando una vida humilde, predicando a la gente y repartiendo sus posesiones entre los pobres.
Una de sus principales preocupaciones fue el trato a los prisioneros y a los cautivos, y aprovechó su cercanía con el monarca para abogar por que recibieran un trato digno.
A San Germán de París se le atribuyen numerosos milagros en vida, como lo fue una multiplicación de panes al escasear el alimento, cuando él estaba a cargo de la abadía de San Sinforiano, o bien apagar un incendio con un solo vaso de agua bendita.
A las afueras (en francés: des près) de París, San Germán fundó un monasterio benedictino. La tradición cuenta que un día él profetizó que su muerte ocurriría un día 28 de mayo, como en efecto sucedió, cuando él ya estaba entrado en sus ochentas.
Sus restos mortales fueron sepultados en la iglesia del monasterio que él mandó construir, la cual fue llamada a partir de ahí con su nombre: Saint Germain des Près.
Señor
Dios, que encomendaste al hombre la guarda y el cultivo de la tierra, y
creaste la luz del sol en su servicio, concédenos hoy que, con tu
ayuda, trabajemos sin desfallecer para tu gloria y para el bien de
nuestro prójimo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de
los siglos. Amén.
Mc. 10,17-27
Cuando
se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le
preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre".
El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud".
Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!".
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios".
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".
Pentecostés es un nuevo comienzo. A partir de
ese día, el Espíritu Santo se manifiesta como Espíritu de Jesús. Del
costado traspasado, Jesús nos dona su Espíritu y en Pentecostés los
discípulos lo acogen como don del Resucitado.
Los hombres y mujeres reunidos en el Cenáculo quedaron invadidos por la presencia personal del Espíritu Santo. Esos pobres hombres, vasos de barro (2 Co 4,7) quedaron llenos del Espíritu, divinizados. Es una nueva creación. Nace la Iglesia: morada de Dios entre los hombres.
Nosotros, como los huesos secos de la profecía de Ezequiel, escuchamos la voz del Resucitado que nos dice: “Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis” (Ez 37,14)
El Espíritu encuentra en nosotros rostros desfigurados y Él, que trabaja siempre, nos va reformando en la oración. Día a día, poco a poco, como el agua a la piedra de río, en cada oración, nos va moldeando conforme a la imagen de Cristo.
¡Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!
Los hombres y mujeres reunidos en el Cenáculo quedaron invadidos por la presencia personal del Espíritu Santo. Esos pobres hombres, vasos de barro (2 Co 4,7) quedaron llenos del Espíritu, divinizados. Es una nueva creación. Nace la Iglesia: morada de Dios entre los hombres.
Nosotros, como los huesos secos de la profecía de Ezequiel, escuchamos la voz del Resucitado que nos dice: “Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis” (Ez 37,14)
El Espíritu encuentra en nosotros rostros desfigurados y Él, que trabaja siempre, nos va reformando en la oración. Día a día, poco a poco, como el agua a la piedra de río, en cada oración, nos va moldeando conforme a la imagen de Cristo.
¡Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor!
Ven Espíritu Santo y llena los corazones de tus
fieles.
Ven, Espíritu Santo y danos la valentía de salir de nuestros encierros y dar la
cara por Cristo.
Ven, Espíritu Santo y concédenos el don de lenguas para que todos nos entiendan cuando hablamos de Ti.
Ven, Espíritu Santo y podremos decir “Jesús es el Señor” con los labios, el corazón y la vida.
Ven, Espíritu Santo y muéstranos la vocación a la que nos llamas a cada uno.
Ven, Espíritu Santo y danos la gracia para ser fieles.
Ven, Espíritu Santo y concede la unidad a tu Iglesia.
Ven, Espíritu Santo y enciende las brasas de nuestra caridad.
Ven, Espíritu Santo y afiánzanos en la verdad.
Ven, Espíritu Santo y fortalece nuestra esperanza.
Ven, Espíritu Santo y danos el consuelo que nace de la cruz.
Ven, Espíritu Santo y habita en toda nuestra alma y en todos nuestros actos.
Ven, Espíritu Santo y concédenos el descanso de nuestras fatigas.
Ven, Espíritu Santo y enjuga nuestras lágrimas, sana a nuestros enfermos, cuida a nuestros niños.
Ven, Espíritu Santo y apaga nuestro engreimiento.
Ven, Espíritu Santo y libéranos del pecado y del orgullo.
Ven, Espíritu Santo y riega el desierto de nuestros propósitos.
Ven, Espíritu Santo y sana nuestro corazón de todo odio y malquerencia.
Ven, Espíritu Santo y danos un corazón libre para quererte.
Ven, Espíritu Santo y no dejes que nos desviemos nunca del sendero de Jesús.
Ven, Espíritu Santo y danos tu aliento para nunca desfallecer, aunque el camino sea siempre cuesta arriba.
Ven, Espíritu Santo y con tus dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios ayúdanos a seguirte más de cerca y a mostrarte al mundo.
Ven, Espíritu Santo y míranos con bondad y misericordia a pesar de nuestras miserias y pecados.
Ven, Espíritu Santo y sálvanos pues nuestra vida es estar unidos a la Santísima Trinidad.
Ven, Espíritu Santo y alégranos este día y todos.
Ven, Espíritu Santo y danos la paz que da Jesucristo y haznos sembradores de paz.
Ven, Espíritu Santo y envíanos donde quieras que, con tu fuerza allí estaremos.
Ven, Espíritu Santo y danos conciencia clara de ser hijos.
Ven, Espíritu Santo y preséntanos a tu esposa, nuestra madre del cielo, y que miremos la belleza de su rostro y nos pongamos a descansar en su regazo.
Ven, Espíritu Santo.
Ven, Espíritu Santo y concédenos el don de lenguas para que todos nos entiendan cuando hablamos de Ti.
Ven, Espíritu Santo y podremos decir “Jesús es el Señor” con los labios, el corazón y la vida.
Ven, Espíritu Santo y muéstranos la vocación a la que nos llamas a cada uno.
Ven, Espíritu Santo y danos la gracia para ser fieles.
Ven, Espíritu Santo y concede la unidad a tu Iglesia.
Ven, Espíritu Santo y enciende las brasas de nuestra caridad.
Ven, Espíritu Santo y afiánzanos en la verdad.
Ven, Espíritu Santo y fortalece nuestra esperanza.
Ven, Espíritu Santo y danos el consuelo que nace de la cruz.
Ven, Espíritu Santo y habita en toda nuestra alma y en todos nuestros actos.
Ven, Espíritu Santo y concédenos el descanso de nuestras fatigas.
Ven, Espíritu Santo y enjuga nuestras lágrimas, sana a nuestros enfermos, cuida a nuestros niños.
Ven, Espíritu Santo y apaga nuestro engreimiento.
Ven, Espíritu Santo y libéranos del pecado y del orgullo.
Ven, Espíritu Santo y riega el desierto de nuestros propósitos.
Ven, Espíritu Santo y sana nuestro corazón de todo odio y malquerencia.
Ven, Espíritu Santo y danos un corazón libre para quererte.
Ven, Espíritu Santo y no dejes que nos desviemos nunca del sendero de Jesús.
Ven, Espíritu Santo y danos tu aliento para nunca desfallecer, aunque el camino sea siempre cuesta arriba.
Ven, Espíritu Santo y con tus dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios ayúdanos a seguirte más de cerca y a mostrarte al mundo.
Ven, Espíritu Santo y míranos con bondad y misericordia a pesar de nuestras miserias y pecados.
Ven, Espíritu Santo y sálvanos pues nuestra vida es estar unidos a la Santísima Trinidad.
Ven, Espíritu Santo y alégranos este día y todos.
Ven, Espíritu Santo y danos la paz que da Jesucristo y haznos sembradores de paz.
Ven, Espíritu Santo y envíanos donde quieras que, con tu fuerza allí estaremos.
Ven, Espíritu Santo y danos conciencia clara de ser hijos.
Ven, Espíritu Santo y preséntanos a tu esposa, nuestra madre del cielo, y que miremos la belleza de su rostro y nos pongamos a descansar en su regazo.
Ven, Espíritu Santo.
Pentecostés
Es la fiesta que nos recuerda la vocación profunda de la iglesia: ¡¡¡que
ella existe para evangelizar; que somos depositarios de un tesoro que
no podemos guardar en la intimidad!!!
San Agustín de Canterbury
Agustín de Canterbury es considerado uno de los más grandes
evangelizadores, al lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en
Alemania. Tiene el gran mérito de haber dirigido la evangelización de
Inglaterra.
Era superior del convento benedictino de Roma, cuando el Sumo Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596 tratar de evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana. Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de Agustín, que no se acobardaba ante ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el Papa lo envió con 39 monjes más a tratar de convertir a esos paganos sajones.
Y sucedió que al llegar Agustín y sus 39 compañeros a la costa, donde se tomaba la embarcación para llegar a Inglaterra, allí les contaron terribles barbaridades acerca de los habitantes de esa isla, y los otros misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al santo a que fuera a Roma a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a emprender. Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó de tal manera, recordándole que Dios les concedería la buena voluntad de aquellas gentes, que ya desde entonces Agustín no se dejó desanimar por los temores.
En Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa (que después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les concedió a los nuevos misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este los recibió muy cariñosamente y les pidió que le enseñaran la religión, y tanto le agradó que pronto se hizo bautizar y les regaló su palacio real para que les sirviera de convento a los misioneros y les dio un templo en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora la más famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Canterbury.
El rey dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la religión que quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en la religión de Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas gentes las enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se hicieron bautizar 10,000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban los que ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus mejores monjes a Roma a contarle al Sumo Pontífice tan hermosas noticias, y el Papa en cambió le envió el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices y libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas gentes recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró muchísimo ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un simpático plan de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la principal virtud del obispo Agustín era la docilidad a sus superiores, le envió las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los templos de los paganos, sino convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar con todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo ellos celebraban las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º. Dividir el país en tres diócesis: Canterbury, Londres y York.
Nuestro santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le produjeron muy buenos resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de Inglaterra (Arzobispo Primado). En las reuniones sobresalía entre todos por su gran estatura y por su presencia muy venerable que infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le escribía ciertas advertencias muy prácticas como estas: "Dios le ha concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios el honor y la gloria que sólo El se merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes". Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por varios años con todas las fuerzas de su alma por convertir al cristianismo el mayor número posible de ingleses, y por organizar de la mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en Inglaterra, San Agustín de Canterbury murió santamente el 26 de mayo del año 605.
Era superior del convento benedictino de Roma, cuando el Sumo Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596 tratar de evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana. Conociendo el espíritu generoso y emprendedor de Agustín, que no se acobardaba ante ninguna dificultad, y además sus grandes virtudes, el Papa lo envió con 39 monjes más a tratar de convertir a esos paganos sajones.
Y sucedió que al llegar Agustín y sus 39 compañeros a la costa, donde se tomaba la embarcación para llegar a Inglaterra, allí les contaron terribles barbaridades acerca de los habitantes de esa isla, y los otros misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al santo a que fuera a Roma a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a emprender. Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó de tal manera, recordándole que Dios les concedería la buena voluntad de aquellas gentes, que ya desde entonces Agustín no se dejó desanimar por los temores.
En Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una esposa muy santa (que después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios les concedió a los nuevos misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este los recibió muy cariñosamente y les pidió que le enseñaran la religión, y tanto le agradó que pronto se hizo bautizar y les regaló su palacio real para que les sirviera de convento a los misioneros y les dio un templo en Canterbury para que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora la más famosa catedral de Inglaterra: la Catedral de Canterbury.
El rey dejó en libertad a los súbditos para que escogieran la religión que quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en la religión de Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas gentes las enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se hicieron bautizar 10,000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban los que ocupaban los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus mejores monjes a Roma a contarle al Sumo Pontífice tan hermosas noticias, y el Papa en cambió le envió el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices y libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas gentes recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró muchísimo ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un simpático plan de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la principal virtud del obispo Agustín era la docilidad a sus superiores, le envió las siguientes recomendaciones 1º. No destruir los templos de los paganos, sino convertirlos en templos cristianos. 2º. No acabar con todas las fiestas de los paganos, sino convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo ellos celebraban las fiestas de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban todos. Pues hacer esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º. Dividir el país en tres diócesis: Canterbury, Londres y York.
Nuestro santo cumplió exactamente estas recomendaciones, que le produjeron muy buenos resultados. Y fue nombrado por el Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de Inglaterra (Arzobispo Primado). En las reuniones sobresalía entre todos por su gran estatura y por su presencia muy venerable que infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al Papa San Gregorio a Roma pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el Sumo Pontífice le escribía ciertas advertencias muy prácticas como estas: "Dios le ha concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios el honor y la gloria que sólo El se merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes". Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por varios años con todas las fuerzas de su alma por convertir al cristianismo el mayor número posible de ingleses, y por organizar de la mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en Inglaterra, San Agustín de Canterbury murió santamente el 26 de mayo del año 605.
Dios nuestro, que
por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia en todo pueblo y nación,
derrama los dones del Espíritu Santo por toda la extensión de la tierra, y continúa
realizando ahora, en los corazones de tus fieles, aquellas maravillas que
obraste en los comienzos de la predicación evangélica. Amén
Jn 20, 19-23
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban
con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y
poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos
se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo:
"¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los
envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban
el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se
los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Ven, Espíritu
Santo sobre la humanidad.
Ven, Espíritu Santo sobre la Iglesia.
Ven, Espíritu Santo sobre mi comunidad cristiana.
Ven, Espíritu Santo sobre todas las personas que conozco.
Ven, Espíritu Santo, aceite de fortaleza. .
Danos tu fuerza para anunciar el Evangelio
como buena noticia
a los hombres y mujeres de nuestros días.
Espíritu Santo, derrama la llama de tu amor.
Para vivir en el amor.
Para crecer en el amor.
Para ser samaritanos del amor
entre los más pobres.
Tú que eres el dulce huésped del alma,
concédenos el don de la interioridad.
Tú que limpias lo que está manchado,
concédenos el don de la conversión.
Tú que riegas lo que está seco,
enséñanos a vivir con frescura y alegría.
Tú que sanas el corazón enfermo,
sana nuestras dolencias.
Ven, Espíritu Santo sobre mi comunidad cristiana.
Ven, Espíritu Santo sobre todas las personas que conozco.
Ven, Espíritu Santo, aceite de fortaleza. .
Danos tu fuerza para anunciar el Evangelio
como buena noticia
a los hombres y mujeres de nuestros días.
Espíritu Santo, derrama la llama de tu amor.
Para vivir en el amor.
Para crecer en el amor.
Para ser samaritanos del amor
entre los más pobres.
Tú que eres el dulce huésped del alma,
concédenos el don de la interioridad.
Tú que limpias lo que está manchado,
concédenos el don de la conversión.
Tú que riegas lo que está seco,
enséñanos a vivir con frescura y alegría.
Tú que sanas el corazón enfermo,
sana nuestras dolencias.
¡Ven, Espíritu Santo!
Pentecostés Efusión Del Espíritu Santo
“Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado.” Rom 5,5
En la solemnidad de Pentecostés, al término de las siete semanas pascuales, se consuma la Pascua de Cristo con la efusión del Espíritu Santo, revelándose plenamente la Santísima Trinidad, que celebraremos al domingo siguiente. Dios nos envía el Espíritu Santo y esta es la tercera gran alegría en el año cristiano, desde Navidad y pasando por la Resurrección.
En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (Lc. 12), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn. 20) y luego, de manera más manifiesta, el día de Pentecostés (Hch. 2). Del iluminado cenáculo de Jerusalén con los apóstoles, salió el día que hoy en la Iglesia celebramos, la venida del Espíritu de Dios vivificador, que dio la fe a Pedro y la doctrina a Pablo.
Tenemos que reconocer que la presencia del Espíritu Santo es muy fuerte. Cuanto tiene de sobrenatural aliento la vida católica, es obra de Él.
Las prédicas del Vaticano, la voz de los Concilios, o la sencilla de los catequistas, todo es lengua y voz del Espíritu. Es la manera tangible y vivencial en que Dios llega al hombre. Está presente en los grandes momentos que marcan el proceso de crecimiento en la fe: bautismo, confirmación y en cada reconciliación. Y fundamentalmente, nuestro buen Dios se hace Espíritu de Amor para acompañarnos de cerca cada vez que lo invocamos, en cada gesto solidario, en cada palabra dicha a tiempo, en cada silencio paciente y en la oración, puente entre el hombre y el Altísimo.
LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO
El agua, es símbolo en el bautismo, ya que luego de invocar el Espíritu, el agua bautismal significa el nuevo nacimiento como hijo de Dios.
El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo. Este signo tiene mucha fuerza, en la Antigua Alianza hubo “ungidos del Señor” (Ex. 30). Cristo, Mesías en hebreo, significa ungido, es el ungido de Dios. También es el signo sacramental en la confirmación.
El fuego, simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. “He venido a traer fuego sobre la tierra” (Lc. 12)… En forma de lenguas “como de fuego” se posó el Espíritu sobre los discípulos, en la mañana de Pentecostés y los llenó de Él (Hch. 2).
La nube y la luz, símbolos inseparables de la manifestación de Dios. Con Moisés en la montaña del Sinaí. Sobre la Virgen María, la “cubre con su sombra” para que ella conciba y de a luz a Jesús. En el monte Tabor, junto a los apóstoles “se oyó una voz desde la nube que decía”. La misma nube que “ocultó a los ojos” de los discípulos el día de la Ascensión.
El sello, símbolo cercano a la unción “Dios ha marcado con su sello” (Jn. 6), indica el carácter indeleble de la efusión del Espíritu Santo.
La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. Leemos en la carta a los Hebreos la instrucción sobre los bautismos y la imposición de manos. La Iglesia conserva este signo, en la oración de todos los sacramentales.
El dedo. “Por el dedo de Dios expulso yo los demonios” (Lc. 11). El himno “Veni Creator” invoca al Espíritu Santo como “dedo de la diestra del Padre”.
Y la paloma, tradicional en la iconografía cristiana, para sugerir al Espíritu Santo. Al final del diluvio es una paloma, con olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (Gn. 8). Cuando Jesús es bautizado, el Espíritu Santo en forma de paloma baja y se posa sobre Él (Mt. 3).
En la solemnidad de Pentecostés, al término de las siete semanas pascuales, se consuma la Pascua de Cristo con la efusión del Espíritu Santo, revelándose plenamente la Santísima Trinidad, que celebraremos al domingo siguiente. Dios nos envía el Espíritu Santo y esta es la tercera gran alegría en el año cristiano, desde Navidad y pasando por la Resurrección.
En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (Lc. 12), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn. 20) y luego, de manera más manifiesta, el día de Pentecostés (Hch. 2). Del iluminado cenáculo de Jerusalén con los apóstoles, salió el día que hoy en la Iglesia celebramos, la venida del Espíritu de Dios vivificador, que dio la fe a Pedro y la doctrina a Pablo.
Tenemos que reconocer que la presencia del Espíritu Santo es muy fuerte. Cuanto tiene de sobrenatural aliento la vida católica, es obra de Él.
Las prédicas del Vaticano, la voz de los Concilios, o la sencilla de los catequistas, todo es lengua y voz del Espíritu. Es la manera tangible y vivencial en que Dios llega al hombre. Está presente en los grandes momentos que marcan el proceso de crecimiento en la fe: bautismo, confirmación y en cada reconciliación. Y fundamentalmente, nuestro buen Dios se hace Espíritu de Amor para acompañarnos de cerca cada vez que lo invocamos, en cada gesto solidario, en cada palabra dicha a tiempo, en cada silencio paciente y en la oración, puente entre el hombre y el Altísimo.
LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO
El agua, es símbolo en el bautismo, ya que luego de invocar el Espíritu, el agua bautismal significa el nuevo nacimiento como hijo de Dios.
El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo. Este signo tiene mucha fuerza, en la Antigua Alianza hubo “ungidos del Señor” (Ex. 30). Cristo, Mesías en hebreo, significa ungido, es el ungido de Dios. También es el signo sacramental en la confirmación.
El fuego, simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. “He venido a traer fuego sobre la tierra” (Lc. 12)… En forma de lenguas “como de fuego” se posó el Espíritu sobre los discípulos, en la mañana de Pentecostés y los llenó de Él (Hch. 2).
La nube y la luz, símbolos inseparables de la manifestación de Dios. Con Moisés en la montaña del Sinaí. Sobre la Virgen María, la “cubre con su sombra” para que ella conciba y de a luz a Jesús. En el monte Tabor, junto a los apóstoles “se oyó una voz desde la nube que decía”. La misma nube que “ocultó a los ojos” de los discípulos el día de la Ascensión.
El sello, símbolo cercano a la unción “Dios ha marcado con su sello” (Jn. 6), indica el carácter indeleble de la efusión del Espíritu Santo.
La mano. Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. Leemos en la carta a los Hebreos la instrucción sobre los bautismos y la imposición de manos. La Iglesia conserva este signo, en la oración de todos los sacramentales.
El dedo. “Por el dedo de Dios expulso yo los demonios” (Lc. 11). El himno “Veni Creator” invoca al Espíritu Santo como “dedo de la diestra del Padre”.
Y la paloma, tradicional en la iconografía cristiana, para sugerir al Espíritu Santo. Al final del diluvio es una paloma, con olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo (Gn. 8). Cuando Jesús es bautizado, el Espíritu Santo en forma de paloma baja y se posa sobre Él (Mt. 3).
San Felipe Neri
San Felipe nació en Florencia, Italia, en 1515.
En su juventud dejó fama de amabilidad y alegría entre sus
compañeros y amigos.
Siendo joven abandonó una cuantiosa fortuna y se dirigió a Roma.
Los dos primeros años Felipe se ocupaba casi únicamente en leer, rezar, hacer penitencia y meditar. Por otros tres años estuvo haciendo estudios de filosofía y de teología. Fue ordenado de sacerdote, en el año 1551.
Por inspiración de Dios se dedicó por completo a enseñar catecismo a las gentes pobres. Roma estaba en un estado de ignorancia religiosa espantable y la corrupción de costumbres era impresionante. Por 40 años Felipe será el mejor catequista de Roma y logrará transformar la ciudad.
En la Ciudad Eterna pasó casi toda su vida practicando la caridad y dedicándose a la educación de la juventud.
Al no poder ir a las misiones de las Indias, fundó hospitales y la Congregación del Oratorio, que tantos sacerdotes santos y sabios dio al mundo.
Jamás aceptó dignidad alguna que le fuera ofrecida por los papas.
Murió en 1595 y fue declarado Patrono de la Ciudad de Roma.
E l Papa lo declaró santo en el año 1622.
Siendo joven abandonó una cuantiosa fortuna y se dirigió a Roma.
Los dos primeros años Felipe se ocupaba casi únicamente en leer, rezar, hacer penitencia y meditar. Por otros tres años estuvo haciendo estudios de filosofía y de teología. Fue ordenado de sacerdote, en el año 1551.
Por inspiración de Dios se dedicó por completo a enseñar catecismo a las gentes pobres. Roma estaba en un estado de ignorancia religiosa espantable y la corrupción de costumbres era impresionante. Por 40 años Felipe será el mejor catequista de Roma y logrará transformar la ciudad.
En la Ciudad Eterna pasó casi toda su vida practicando la caridad y dedicándose a la educación de la juventud.
Al no poder ir a las misiones de las Indias, fundó hospitales y la Congregación del Oratorio, que tantos sacerdotes santos y sabios dio al mundo.
Jamás aceptó dignidad alguna que le fuera ofrecida por los papas.
Murió en 1595 y fue declarado Patrono de la Ciudad de Roma.
E l Papa lo declaró santo en el año 1622.
Jn 21, 19-25
Jesús resucitado había anunciado con qué muerte Pedro debía glorificar a
Dios. Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús
amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le
había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?". Cuando
Pedro lo vio, preguntó a Jesús: "Señor, ¿y qué será de éste?". Jesús le
respondió: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?
Tú sígueme". Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que
aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: "Él no
morirá", sino: "Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te
importa?". Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y
el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Jesús
hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente,
pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se
escribirían.
UN DIOS QUE ME AMA...
¿Qué quiere decir que Dios me ama? Sé lo que significa que mi
madre me quiere, o mi padre, o mi abuela. Sé lo que es el susurro
de un "te quiero" en mi oído, cuando lo dice la voz conocida de
la persona que llena mis sueños, o cuando su mano recorre mi
rostro. Sé que cuando mis amigos y yo nos reímos, bromeamos,
compartimos confidencias o charlas intrascendentes, ellos también
me quieren. Pero, ¿Dios? ¿Cómo se siente ese amor?.
Te llama por tu nombre...
" Así dice Yahvéh, tu Creador: "No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas yo estoy contigo, si por los ríos no te anegarán. Si andas por el fuego no te quemarás..."(Is 43,1-2)
¿Imaginas que alguien conoce todos tus secretos y tus ilusiones? Alguien conoce tus esperanzas y tus ideas, tus vacilaciones y tus convicciones. Alguien sabe de qué eres capaz, todo lo bueno que puedes hacer, y, sí, también todo lo malo.
Alguien sabe lo que piensas cuando estás solo, pero no es un intruso o un inquisidor para inquietarte. Sabe lo que no le dirías a nadie más, pero no te juzga en función de eso. Sabe cuáles han sido tus errores, hasta aquello de que te avergüenzas,y sin embargo cuando te mira vealguien profundamente digno y bueno. Ve lo bueno, lo noble, lo más humano que hay en ti, y se alegra contigo por ello.
Hay un Dios que, de alguna manera, está dentro de ti, y te llama por tu nombre, como eres, sin exigencias, sin reproches ni falsas alabanzas, con unos brazos siempre abiertos. Deja resonar despacio esa lectura de Isaías, sintiendo que esa Palabra de Dios ha sido dirigida a través del tiempo, a ti, hoy.
Nunca estarás sólo.
"Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ... Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro... nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro". (Rm8)
Cuando te sientas incomprendido o cansado. Cuando todo te haga dudar. En esos momentos en que una capa de rutina, de apatía, de silencio vacío parece teñirlo todo.
Cuando creas que nadie puede entenderte, que la soledad es tu condena. Cuando los problemas parezcan desbordar otras consideraciones, tus gentes parezcan menos tuyas y tu vida se haga más pesada...
Recuerda entonces que hay un Dios, un creador que es a la vez padre y madre, amigo y amante,con abrazo humano pero al tiempo más allá de todo tiempo y lugar, un Dios que cuando te mira se admira por lo que ve, y sonríe.
Repite despacio, como un texto que ha de ir calando poco a poco, ese fragmento de la carta a los Romanos, y dejando que su significado te vaya calando poco a poco.
(Fuente: PastoralSJ)
Te llama por tu nombre...
" Así dice Yahvéh, tu Creador: "No temas, que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas yo estoy contigo, si por los ríos no te anegarán. Si andas por el fuego no te quemarás..."(Is 43,1-2)
¿Imaginas que alguien conoce todos tus secretos y tus ilusiones? Alguien conoce tus esperanzas y tus ideas, tus vacilaciones y tus convicciones. Alguien sabe de qué eres capaz, todo lo bueno que puedes hacer, y, sí, también todo lo malo.
Alguien sabe lo que piensas cuando estás solo, pero no es un intruso o un inquisidor para inquietarte. Sabe lo que no le dirías a nadie más, pero no te juzga en función de eso. Sabe cuáles han sido tus errores, hasta aquello de que te avergüenzas,y sin embargo cuando te mira vealguien profundamente digno y bueno. Ve lo bueno, lo noble, lo más humano que hay en ti, y se alegra contigo por ello.
Hay un Dios que, de alguna manera, está dentro de ti, y te llama por tu nombre, como eres, sin exigencias, sin reproches ni falsas alabanzas, con unos brazos siempre abiertos. Deja resonar despacio esa lectura de Isaías, sintiendo que esa Palabra de Dios ha sido dirigida a través del tiempo, a ti, hoy.
Nunca estarás sólo.
"Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ... Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro... nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro". (Rm8)
Cuando te sientas incomprendido o cansado. Cuando todo te haga dudar. En esos momentos en que una capa de rutina, de apatía, de silencio vacío parece teñirlo todo.
Cuando creas que nadie puede entenderte, que la soledad es tu condena. Cuando los problemas parezcan desbordar otras consideraciones, tus gentes parezcan menos tuyas y tu vida se haga más pesada...
Recuerda entonces que hay un Dios, un creador que es a la vez padre y madre, amigo y amante,con abrazo humano pero al tiempo más allá de todo tiempo y lugar, un Dios que cuando te mira se admira por lo que ve, y sonríe.
Repite despacio, como un texto que ha de ir calando poco a poco, ese fragmento de la carta a los Romanos, y dejando que su significado te vaya calando poco a poco.
(Fuente: PastoralSJ)
Beda el Venerable
El nombre de Beda o Baeda en lengua sajona quiere decir oración.
San Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el
historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en
Inglaterra, después de haber dictado la última página de un libro suyo y
de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el
25 de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He
vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.
Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en donde fue ordenado a los 22 años.
Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parse de su obra de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo sencillo, accesible a todos.
Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior, influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz, consciente de haber prestado un servicio a la verdad.
Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti, fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador del primer estudio parisiense.
Después de haber dictado la última página de su Comentario a san Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sosténme la cabeza y haz que pueda dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.
Por su gran erudición fue declarado doctor de la Iglesia.
Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en donde fue ordenado a los 22 años.
Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parse de su obra de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo sencillo, accesible a todos.
Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior, influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz, consciente de haber prestado un servicio a la verdad.
Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti, fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador del primer estudio parisiense.
Después de haber dictado la última página de su Comentario a san Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sosténme la cabeza y haz que pueda dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.
Por su gran erudición fue declarado doctor de la Iglesia.
Dios
nuestro, que nos has abierto las puertas de la eternidad con la
glorificación de tu Hijo Jesucristo y con la venida del Espíritu Santo,
concédenos que, por la recepción de dones tan grandes, nuestra fe vaya
más y más en aumento y nuestra entrega a ti sea cada día más completa.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Jn 21, 15-19
Después de la aparición a la orilla del lago, Jesús resucitado dijo a
Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Él le
respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo:
"Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón,
hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te
quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera
vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que
por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo
sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde
querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y
te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte
Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo:
"Sígueme".
EL ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja
granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora
eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y luego su
antiguo camión se negó a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación.
Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente me acompañó hasta mi automóvil. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“Oh, ese es mi árbol de problemas”, contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
Lo divertido es, añadió sonriendo, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior…
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación.
Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente me acompañó hasta mi automóvil. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“Oh, ese es mi árbol de problemas”, contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
Lo divertido es, añadió sonriendo, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior…
¡No
te rindas! Aunque te sientas triste. Aunque te sientas solo. Aunque nada
parezca estar a tu favor.
¡No
te rindas! Aunque te sientas sin fuerzas. Aunque pienses que la batalla está
perdida y dudes que algo bueno pueda pasar.
¡No
te rindas! Más bien, levanta tus ojos al Cielo y di conmigo: "Señor Jesús
yo sé que en este momento Tú estás conmigo. Y si Tú estás conmigo ¡Yo
venceré!"
Oración de Don Bosco a María Auxiliadora
¡Oh María Virgen poderosa!
Tú, la grande e ilustre defensora de la Iglesia;
Tú, Auxiliadora del pueblo cristiano;
Tú, terrible como un ejército en orden de batalla;
Tú, que sola destruyes los errores del mundo,
defiéndenos en nuestras angustias,
auxílianos en nuestras luchas,
socórrenos en nuestras necesidades,
y en la hora de la muerte,
recíbenos en el eterno gozo. Amén
Tú, la grande e ilustre defensora de la Iglesia;
Tú, Auxiliadora del pueblo cristiano;
Tú, terrible como un ejército en orden de batalla;
Tú, que sola destruyes los errores del mundo,
defiéndenos en nuestras angustias,
auxílianos en nuestras luchas,
socórrenos en nuestras necesidades,
y en la hora de la muerte,
recíbenos en el eterno gozo. Amén
María Auxiliadora
En la fecha de hoy, la Iglesia conmemora una vez más, a la Santísima
Virgen, bajo su advocación de María, Auxilio de los Cristianos.
Esta fiesta de la Virgen María fue instituída por Pío VII, para perpetuar el recuerdo de su entrada en Roma, el 24 de mayo de 1814, de regreso de su cautiverio en Francia por obra y opresión de Napoleón I.
También tiene por objeto agradecer a la Virgen María, su continua protección del pueblo cristiano contra los moros, turcos, herejes y enemigos declarados de la cristiandad.
En la Argentina esta advocación de la Virgen está más relacionada con la Obra Salesiana de Don Bosco. Las Religiosas de María Auxiliadora, fundadas por Don Bosco, propagaron esta advocación mariana en nuestro país, donde poseen más de 50 colegios, atendidos por más de mil religiosas y en los que se educan muchos miles de niñas, en especial de humilde condición.
María Auxiliadora es la Patrona del Agro Argentino y de las provincias de Río Negro y del Neuquén.
Esta fiesta de la Virgen María fue instituída por Pío VII, para perpetuar el recuerdo de su entrada en Roma, el 24 de mayo de 1814, de regreso de su cautiverio en Francia por obra y opresión de Napoleón I.
También tiene por objeto agradecer a la Virgen María, su continua protección del pueblo cristiano contra los moros, turcos, herejes y enemigos declarados de la cristiandad.
En la Argentina esta advocación de la Virgen está más relacionada con la Obra Salesiana de Don Bosco. Las Religiosas de María Auxiliadora, fundadas por Don Bosco, propagaron esta advocación mariana en nuestro país, donde poseen más de 50 colegios, atendidos por más de mil religiosas y en los que se educan muchos miles de niñas, en especial de humilde condición.
María Auxiliadora es la Patrona del Agro Argentino y de las provincias de Río Negro y del Neuquén.
Jn 17, 20-26
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al
cielo, y oró diciendo: "Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino
también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean
uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno
en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado
la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
?Yo en ellos y tú en mí? para que sean perfectamente uno y el mundo
conozca que tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me
amaste a mí. Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde
yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me
amabas antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha
conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.
Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el
amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".
Así
como cuidamos nuestro cuerpo lo alimentamos, lo curamos, lo vestimos, lo
aseamos, lo perfumamos, le ponemos prendas costosas y joyas, etc.
¿También hacemos lo mismo con nuestra Alma? No nos olvidemos de ella pues es la que siempre estará con nosotros, el cuerpo, las riquezas, las galas, se quedan en este mundo y son temporales.
¿También hacemos lo mismo con nuestra Alma? No nos olvidemos de ella pues es la que siempre estará con nosotros, el cuerpo, las riquezas, las galas, se quedan en este mundo y son temporales.
San Juan Bautista Rossi
Nació en 1698, en Voltaggio, en la provincia de Génova, Italia; su
vida estuvo marcada por violentos ataques de epilepsia que le acometían
de manera inesperada.
El joven Juan Bautista de Rossi fue uno de los pocos sobrevivientes de una familia humilde asolada por la calamidad: el padre falleció prematuramente, y casi todos sus hermanos murieron al llegar a la adolescencia.
Viéndose huérfano, pudo proseguir sus estudios gracias a la caridad de gente que lo conocía por su inteligencia, pero también por su piedad y dulzura de carácter. Así pues, a los 13 años llegó a Roma, donde un sacerdote pariente o amigo de la familia lo acogió.
Con el tiempo se decidió por la vocación sacerdotal para extender su oportunidad de ayudar al prójimo. Antes fundó la Pía Unión de Sacerdotes Seculares, que tuvo actividad continua por más de doscientos años, hasta 1935.
Se ordenó sacerdote en 1721, y se impuso la labor de proveer auxilio espiritual a los pobres y a los enfermos de los hospitales de Roma, y también a los encarcelados en las prisiones. Al ser electo canónigo de Santa María in Cosmedin, en 1837, distribuye todas sus pertenencias entre los más necesitados.
La labor apostólica de San Juan Bautista de Rossi fue intensa, pero fructífera. Predicaba en barrios pobres y marginados, y la respuesta era una amplia concurrencia a la iglesia. Los fieles, e incluso sus colegas, se sentían protegidos ante su aura.
La última fase de su vida la dedica primordialmente a escuchar a sus fieles en el confesionario. Sin embargo, debido a la natural debilidad de su salud, eventualmente contrajo una cruel enfermedad en los ojos, contra la cual luchó hasta el final de sus días. Además, los ataques epilépticos se le volvieron cada vez más frecuentes. Falleció en 1764.
Su vida caritativa jamás se vio alterada por sus enfermedades, y representa un triunfo de la voluntad sobre la debilidad física. San Juan Bautista de Rossi fue beatificado en 1860 por el papa Pío IX, y canonizado en 1881 por León XIII.
El joven Juan Bautista de Rossi fue uno de los pocos sobrevivientes de una familia humilde asolada por la calamidad: el padre falleció prematuramente, y casi todos sus hermanos murieron al llegar a la adolescencia.
Viéndose huérfano, pudo proseguir sus estudios gracias a la caridad de gente que lo conocía por su inteligencia, pero también por su piedad y dulzura de carácter. Así pues, a los 13 años llegó a Roma, donde un sacerdote pariente o amigo de la familia lo acogió.
Con el tiempo se decidió por la vocación sacerdotal para extender su oportunidad de ayudar al prójimo. Antes fundó la Pía Unión de Sacerdotes Seculares, que tuvo actividad continua por más de doscientos años, hasta 1935.
Se ordenó sacerdote en 1721, y se impuso la labor de proveer auxilio espiritual a los pobres y a los enfermos de los hospitales de Roma, y también a los encarcelados en las prisiones. Al ser electo canónigo de Santa María in Cosmedin, en 1837, distribuye todas sus pertenencias entre los más necesitados.
La labor apostólica de San Juan Bautista de Rossi fue intensa, pero fructífera. Predicaba en barrios pobres y marginados, y la respuesta era una amplia concurrencia a la iglesia. Los fieles, e incluso sus colegas, se sentían protegidos ante su aura.
La última fase de su vida la dedica primordialmente a escuchar a sus fieles en el confesionario. Sin embargo, debido a la natural debilidad de su salud, eventualmente contrajo una cruel enfermedad en los ojos, contra la cual luchó hasta el final de sus días. Además, los ataques epilépticos se le volvieron cada vez más frecuentes. Falleció en 1764.
Su vida caritativa jamás se vio alterada por sus enfermedades, y representa un triunfo de la voluntad sobre la debilidad física. San Juan Bautista de Rossi fue beatificado en 1860 por el papa Pío IX, y canonizado en 1881 por León XIII.
Jn 17, 6a. 11b-19
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al
cielo, y oró diciendo: "Padre santo, manifesté tu Nombre a los que
separaste del mundo para confiármelos. Cuídalos en tu Nombre que me
diste para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, yo
los cuidaba en tu Nombre que me diste; los protegía y no se perdió
ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera
la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para
que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu
palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que
los preserves del Maligno. Que sean uno, como nosotros Ellos no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu
palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los
envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean
consagrados en la verdad".
EL ANACORETA
Ramón había leído hacia tiempo, la vida de los anacoretas o eremitas, y le empezó una especie de envidia.
A todo esto, debo decirte, que Ramón estaba casado, tenía 2 hijos uno de los cuales, era un adolescente inquieto, tenía una esposa que lo quería mucho, sus padres, sus suegros: y, un montón de amigos. Y un gran corazón
No sabía decir a nadie que no, así, todo el mundo, le deshacía sus planes, no sólo en el trabajo, era empleado de banca, sino en casa, y lo mismo sus amigos, él planeaba hacer tal cosa, al día siguiente, pero una llamada de teléfono de un amigo, una petición de su esposa un ruego de sus hijos, ya hacía que, su idea pasase a segundo plano, vivía para los demás.
Incluso, en el momento que dedicaba a hablar con Dios, era a veces interrumpido, por el amigo que llamaba por teléfono, hasta en la iglesia, no faltaba, quien se acercaba, salvo que fuera en Misa, para decirle. “D. Ramón, quería comentarle una cosa.....
Porque Ramón siempre ayudaba a todo, el mundo
Y un día se dijo; “ ya basta, esto no es lo mismo, estoy abandonando a Dios, ni vida de oración puedo tener, todos hacen de mí lo que quieren, no, lo mío es el desierto, allí, voy a vivir retirado a la oración, mis hijos ya son grandes, y en cuanto a mi esposa, le dejaré medios suficientes, para que no le falte de nada, porque yo, no necesito nada, en el desierto
Fue a contárselo a D. Pablo el cura, pensando que lo felicitaría, pero en vez de eso, el bueno de D. Pablo, a punto estuvo de romperle el bastón en la espalda
“Saca de ti, esos pensamientos que te pone el diablo, tú deber es estar con tu esposa y tus hijos, no irte al desierto”
Pero Ramón ya era mayorcito, y se dijo, que D. Pablo, en aquella ocasión, no tenía ni idea, así que empezó arreglar sus cosas, para marcharse, ni sus amigos, ni las lagrimas de su esposa e hijos lo conmovieron.
Ramón se fue al desierto, y en una cueva, alumbrado, por una lámpara de aceite, y con la compañía de su perro “ león”, de una vaca, y de 2 gallinas, empezó su odisea, al principio, los 4 primeros días. Aunque un poco triste, los paso bien, pero luego, la soledad empezó a pesarle como una losa, se dijo, que debía de ser una tentación, y trato de resistir.
Pero le dolía no tener el cariño de su esposa, no poder ver a sus hijos, y hasta reprenderlos, echaba de menos a sus padres a sus amigos, a todos, los que habían quedado “en el mundo” y lo peor es que, oraba mejor, antes, aunque su oración fuera breve, muchas veces, era sentida íntima, viva, ahora, su mente, se ocupaba sin que él lo quisiera de recuerdos sobre los que había dejado.
Al hacerse anacoreta, ni siquiera podía recurrir a la oración vocal, su alma empezaba atravesar no sabía si la noche oscura, o la marcha hacia la perdida de la fe, tampoco tenía con quien hablar y las personas necesitamos otras personas para hablar, hasta la noción del tiempo había perdido
Aquella mañana salió a ver si pescaba algo, y resbalo en una roca, su cuerpo rodó pendiente abajo, se quedo inmóvil, y empezó a pedir ayuda, pero nadie, había para dársela, entonces cerro los ojos, y rezo, pidiendo a Dios perdón, por haber sido tan egoísta
Cuando los abrió estaba en el hospital.
Ha tenido suerte, amigo, sólo tiene magulladuras sin importancia, pero, si no llega pasar por allí, el viejo Claudio, no lo cuenta, ya que media hora más tarde subió la marea, y lo habría ahogado.
Así que me salvo, el viejo Claudio
Así es
El viejo Claudio, era el portero de la finca que ocupaba Ramón y acostumbraba a ir pescar con su caña, en aquellas rocas. Sintió el golpe, corrió y vio el cuerpo de Ramón.....
Necesito a la gente, dijo Ramón
La gente le necesita Ramón, dijo el médico.
Mi lugar es el mundo, con mi esposa, que razón tenía D. Pablo; entonces D. Pablo que también había acudido al hospital para interesarse por el herido se acercó
Sí hijo, la gente te necesita, te necesita tu esposa, y tú necesitas a tu esposa y tus hijos
Padre, hay una cosa que no entiendo, los anacoretas, cómo pudieron vivir en el desierto
Porque esa era la llamada de Dios para ellos, a ti, te puso, como bancario, y casado; y te quiere así, pendiente y servicial de todos, porque en todos esta Dios
¿y cuando interrumpo mi oración?
No, hijo no la interrumpes, simplemente pasas a hablar con Dios más directamente, él vive en cada ser humano; pero de vez en cuando, puedes ir al desierto.
¿Al desierto?
Si, hijo al desierto, entrar en tu corazón, y hablar allí en silencio con tu Dios.
¿y qué hago, si éstos ( señalando a sus hijos y su esposa) me siguen hasta allí?
Pues meterlos en tu diálogo, y dar gracias de que tu desierto, se convierta en un vergel.
Así lo haré. Dijo Ramón
Y lo hizo.
(Autora: Maite Parga)
A todo esto, debo decirte, que Ramón estaba casado, tenía 2 hijos uno de los cuales, era un adolescente inquieto, tenía una esposa que lo quería mucho, sus padres, sus suegros: y, un montón de amigos. Y un gran corazón
No sabía decir a nadie que no, así, todo el mundo, le deshacía sus planes, no sólo en el trabajo, era empleado de banca, sino en casa, y lo mismo sus amigos, él planeaba hacer tal cosa, al día siguiente, pero una llamada de teléfono de un amigo, una petición de su esposa un ruego de sus hijos, ya hacía que, su idea pasase a segundo plano, vivía para los demás.
Incluso, en el momento que dedicaba a hablar con Dios, era a veces interrumpido, por el amigo que llamaba por teléfono, hasta en la iglesia, no faltaba, quien se acercaba, salvo que fuera en Misa, para decirle. “D. Ramón, quería comentarle una cosa.....
Porque Ramón siempre ayudaba a todo, el mundo
Y un día se dijo; “ ya basta, esto no es lo mismo, estoy abandonando a Dios, ni vida de oración puedo tener, todos hacen de mí lo que quieren, no, lo mío es el desierto, allí, voy a vivir retirado a la oración, mis hijos ya son grandes, y en cuanto a mi esposa, le dejaré medios suficientes, para que no le falte de nada, porque yo, no necesito nada, en el desierto
Fue a contárselo a D. Pablo el cura, pensando que lo felicitaría, pero en vez de eso, el bueno de D. Pablo, a punto estuvo de romperle el bastón en la espalda
“Saca de ti, esos pensamientos que te pone el diablo, tú deber es estar con tu esposa y tus hijos, no irte al desierto”
Pero Ramón ya era mayorcito, y se dijo, que D. Pablo, en aquella ocasión, no tenía ni idea, así que empezó arreglar sus cosas, para marcharse, ni sus amigos, ni las lagrimas de su esposa e hijos lo conmovieron.
Ramón se fue al desierto, y en una cueva, alumbrado, por una lámpara de aceite, y con la compañía de su perro “ león”, de una vaca, y de 2 gallinas, empezó su odisea, al principio, los 4 primeros días. Aunque un poco triste, los paso bien, pero luego, la soledad empezó a pesarle como una losa, se dijo, que debía de ser una tentación, y trato de resistir.
Pero le dolía no tener el cariño de su esposa, no poder ver a sus hijos, y hasta reprenderlos, echaba de menos a sus padres a sus amigos, a todos, los que habían quedado “en el mundo” y lo peor es que, oraba mejor, antes, aunque su oración fuera breve, muchas veces, era sentida íntima, viva, ahora, su mente, se ocupaba sin que él lo quisiera de recuerdos sobre los que había dejado.
Al hacerse anacoreta, ni siquiera podía recurrir a la oración vocal, su alma empezaba atravesar no sabía si la noche oscura, o la marcha hacia la perdida de la fe, tampoco tenía con quien hablar y las personas necesitamos otras personas para hablar, hasta la noción del tiempo había perdido
Aquella mañana salió a ver si pescaba algo, y resbalo en una roca, su cuerpo rodó pendiente abajo, se quedo inmóvil, y empezó a pedir ayuda, pero nadie, había para dársela, entonces cerro los ojos, y rezo, pidiendo a Dios perdón, por haber sido tan egoísta
Cuando los abrió estaba en el hospital.
Ha tenido suerte, amigo, sólo tiene magulladuras sin importancia, pero, si no llega pasar por allí, el viejo Claudio, no lo cuenta, ya que media hora más tarde subió la marea, y lo habría ahogado.
Así que me salvo, el viejo Claudio
Así es
El viejo Claudio, era el portero de la finca que ocupaba Ramón y acostumbraba a ir pescar con su caña, en aquellas rocas. Sintió el golpe, corrió y vio el cuerpo de Ramón.....
Necesito a la gente, dijo Ramón
La gente le necesita Ramón, dijo el médico.
Mi lugar es el mundo, con mi esposa, que razón tenía D. Pablo; entonces D. Pablo que también había acudido al hospital para interesarse por el herido se acercó
Sí hijo, la gente te necesita, te necesita tu esposa, y tú necesitas a tu esposa y tus hijos
Padre, hay una cosa que no entiendo, los anacoretas, cómo pudieron vivir en el desierto
Porque esa era la llamada de Dios para ellos, a ti, te puso, como bancario, y casado; y te quiere así, pendiente y servicial de todos, porque en todos esta Dios
¿y cuando interrumpo mi oración?
No, hijo no la interrumpes, simplemente pasas a hablar con Dios más directamente, él vive en cada ser humano; pero de vez en cuando, puedes ir al desierto.
¿Al desierto?
Si, hijo al desierto, entrar en tu corazón, y hablar allí en silencio con tu Dios.
¿y qué hago, si éstos ( señalando a sus hijos y su esposa) me siguen hasta allí?
Pues meterlos en tu diálogo, y dar gracias de que tu desierto, se convierta en un vergel.
Así lo haré. Dijo Ramón
Y lo hizo.
(Autora: Maite Parga)
El humilde
Cuando
un hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca a los otros,
y sin dificultad satisface a los que le odian. Dios defiende y libra al
humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se inclina; al humilde
concede gracia, y después de su abatimiento le levanta a gran honra. Al humilde
descubre sus secretos, y le trae dulcemente a Sí y le convida. El humilde, al
aceptarse inferior a todos, está en paz; porque está con Dios y no en el mundo.
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