Ocho
días después de su nacimiento el hijo de María recibió el nombre de
Jesús, que significa Salvador, como lo había ordenado el ángel Gabriel
antes de que María concibiera.
El Evangelio menciona la razón de ser de dicho nombre: “Porque va a salvar a su pueblo del pecado”.
Este bendito Nombre, invocado por los fieles desde los comienzos de la
Iglesia, comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas en el
siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron este
culto. Como fiesta litúrgica fue introducida en el siglo XVI.
Juan Pablo II expresó lo siguiente en uno de los párrafos de la
Audiencia General del 14 de enero de 1987 cuyo título era "Jesucristo,
Hijo de Dios y Salvador" :
...En el plan dispuesto por la
Providencia de Dios, Jesús de Nazaret lleva un Nombre que alude a la
salvación: 'Dios libera', porque Él es en realidad lo que el nombre
indica, es decir, el Salvador. Lo atestiguan algunas frases que se
encuentran en los llamados Evangelios de la infancia, escritos por
Lucas: '...nos ha nacido... un Salvador' (Lc 2, 11), y por Mateo:
'Porque salvaría al pueblo de sus pecados' (Mt 1, 21). Son expresiones
que reflejan la verdad revelada y proclamada por todo el Nuevo
Testamento. Escribe, por ejemplo, el Apóstol Pablo en la Carta a los
Filipenses: 'Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó un Nombre, sobre
todo nombre, para que al Nombre de Jesús se doble la rodilla y toda
lengua confiese que Jesucristo es Señor (Kyrios, Adonai) para gloria de
Dios Padre' (Flp 2, 9-11).
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