"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 6, 45-52
Después que los cinco mil hombres se saciaron, enseguida Jesús obligó a
sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra
orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que
los despidió, se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde, la
barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que
remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la
madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara
de largo. Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un
fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban
sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: "Tranquilícense,
soy yo; no teman". Luego subió a la barca con ellos y el viento se
calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido
el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
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