Era un notable persa que con su esposa Marta y sus hijos, Audifaz y Abaco, se convirtió al cristianismo hacia el año 250.
A semejanza de los primeros cristianos, distribuyó toda su fortuna entre los pobres.
Luego, con su familia partió a Roma para visitar la tumba de los
apóstoles Pedro y Pablo, precisamente cuando el emperador Claudio
iniciaba la persecución de los cristianos.
Mario, su esposa y
sus hijos se dedicaron entonces a recoger y enterrar los cuerpos de los
numerosos mártires que caían en el anfiteatro romano. Con la ayuda de un
sacerdote, pudieron dar cristiana sepultura a 260 mártires, cuyos
cuerpos estaban decapitados y permanecían en el campo expuestos a las
inclemencias del tiempo.
Durante el imperio de Decio, éste
había ordenado que aquellos que fueran sospechosos de ser cristianos,
para no ser condenados a muerte debían hacer un acto de adhesión al
culto pagano como adorar la estatua del emperador, o quemar un gramo de
incienso ante la estatua de algún Dios.
Al ser descubiertos por
las autoridades romanas, fueron ellos también martirizados y murieron
decapitados el 20 de enero del 260.
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