"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 5, 1-20
Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de
los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el
cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. Él habitaba en los
sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas
veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las
cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche,
vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose
con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante
él, gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el
Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!". Porque Jesús le
había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!". Después le
preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". Él respondió: "Mi nombre es Legión,
porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de
aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo
en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a
los cerdos, para que entremos en ellos". Él se lo permitió. Entonces los
espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y
desde lo alto del acantilado, toda la piara ?unos dos mil animales? se
precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la
noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había
sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y
en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se
llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había
sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir
a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse,
el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse
con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con
tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al
compadecerse de ti". El hombre se fue y comenzó a proclamar por la
región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban
admirados.
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