Esta
fiesta, antes llamada "de la Purificación de la Virgen María" recuerda
el cumplimiento, por la Sagrada Familia, de la Ley de Moisés que mandaba
que a los 40 días el niño debía ser presentado en el templo, y la madre
debía realizar el rito de la purificación. Ya que se cumpliera la
fecha, acudía en compañía de su esposo a las puertas del templo para
llevar una ofrenda: un cordero y una
paloma o tórtola. Con respecto al niño, todo primogénito debía ser
consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había
salvado Dios.
La celebración litúrgica de este día comienza
con la ceremonia de la bendición y subsiguiente procesión de los cirios y
candelas, que simbolizan a Jesús que aparece en el templo "como la luz
que ilumina a todas las naciones" -según la expresión del anciano
Simeón cuando recibe al Niño Jesús en el templo de Jerusalén-.
Por esa razón esta fiesta se conocía antes con el nombre de "Fiesta de
las candelas", o "Nuestra Señora de la Candelaria". Con este nombre aún
se celebra en muchos lugares.
El Concilio Vaticano II restaura
esta fiesta a su origen primariamente Cristológico, celebrándose como la
Presentación de Jesús en el Templo.
En la Argentina Nuestra
Señora de la Candelaria es la patrona de la Quebrada de Humahuaca, donde
hoy se la festeja con gran solemnidad.
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