Antoine de Saint-Exupéry en su libro El Principito, resalta el carácter
esencial del valor de la amistad. “Busco amigos”, es la respuesta del
Principito al zorro y al mismo tiempo es la respuesta a uno de los
deseos más profundos del hombre: amar y ser amado.
La
etimología de la palabra amistad viene determinada en la voz del latín
vulgar amicitas, derivada a su vez de amicus (amigo) y amare (amar).
Entendida de esta manera la amistad es una de las formas más nobles del
movimiento amoroso entre los hombres.
Aristóteles afirmaba que
el hombre es un animal social por naturaleza. Nacimos “de”, crecimos
“entre” y nos relacionamos cotidianamente “con” otras personas. Así la
amistad se convierte en una característica no sólo necesaria sino
fundamental de nuestra condición humana. Somos existentes que
interactuamos en el mundo de los hombres.
El mismo Aristóteles,
convencido de esta exigencia tan propia del hombre, decía: “sin amigos
nadie querría vivir aunque tuviese todas las riquezas”. En el bienestar o
prosperidad buscamos hacer el bien a nuestros amigos y en la pobreza o
adversidad consideramos a los amigos el único refugio.
Amigo se
dice en muchos sentidos por lo que es necesario distinguir entre los
diversos tipos o grados de amistad para determinar quién es el verdadero
amigo ya que este último parece una especie difícil de encontrar y en
vía de extinción.
Siguiendo con la reflexión aristotélica, la amistad se divide en tres niveles:
En primer lugar hallamos la “amistad por el placer” que resulta ser la
menos perfecta. En este tipo de relación cada uno busca su propia
complacencia y no el buen carácter o el valor propio del otro amigo. Se
hacen amigos con rapidez y dejan de serlo con facilidad porque es una
amistad voluble que se basa en sentimentalismos y gustos propios. Esta
relación se asemeja al cubito de azúcar cuando cae en la taza negra,
amarga y caliente de café, pues al presentarse un problema la amistad se
disuelve precipitadamente. Construir la amistad sobre estos motivos es
igual que edificar una casa sobre la arena: llegan las tormentas y la
casa se cae, pues no tenía buenos cimientos.
En segundo lugar
emerge la “amistad por interés” donde el aprecio existente no es por sí
mismos, por las personas en cuanto tales sino en la medida en que
obtiene un beneficio el uno del otro. Esta relación está sujeta a la
medida y al cálculo y carece de la generosidad, disponibilidad y
donación que caracterizan una verdadera amistad.
Como diría el
Principito: “Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habláis de
un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os
dicen: ¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que
prefiere? ¿Colecciona mariposas? En cambio, os preguntan: ¿Qué edad
tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?
Sólo entonces creen conocerle…” Las relaciones fundadas en la utilidad
son estables mientras dura el beneficio mutuo.
Las amistades
constituidas en el placer o en la utilidad pueden producir cierta
felicidad; pero no la felicidad plena y profunda que colma el deseo más
profundo del hombre de amar y ser amado.
Finalmente llegamos al
tercer tipo de amistad, llamada por Aristóteles: “amistad perfecta”.
Esta relación auténtica no echa sus raíces en lo que una persona tiene o
en el placer que me puede procurar sino que se alimenta en lo que el
amigo es, en el valor y la belleza de su personalidad, en la aceptación
de sus virtudes y defectos, en el conocimiento profundo y recíproco. El
fruto de la amistad verdadera está en la alegría de amar y ser
correspondido, en la satisfacción de dar más que de recibir. El tiempo,
en este estrado tan elevado, no apaga los motivos de esta amistad sino
que con el pasar de los años los lazos que la unen se purifican y se
hacen aún más fuertes.
En el libro El Principito, el zorro al
despedirse de nuestro pequeño protagonista le desvela su gran secreto:
“no se ve bien sino con los ojos del corazón. Lo esencial es invisible a
los ojos”. El verdadero amigo es aquel que ve con los ojos del corazón
para trascender las apariencias de un físico, de las posesiones
materiales, de las circunstancias, y para buscar desinteresadamente el
verdadero bien de la otra persona. Encontrar un verdadero amigo es
encontrar un tesoro.
Los mejores amigos demuestran su afecto y
confianza y están dispuestos al sacrificio de sí mismos por el otro. Así
la amistad perfecta se convierte en un componente clave para la
felicidad que buscamos en esta tierra.
Los verdaderos amigos son una pequeña muestra del amor de Dios.

No hay comentarios:
Publicar un comentario