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EL SERVICIO: EXPRESIÓN DEL AMOR

«"Toda de Cristo y con Él, toda servidora de los hombres"... El modélico camino recorrido por la Madre nos enseña cómo conjugar el amor configurante con el Señor Jesús y el servicio de evangélico anuncio y de desarrollo integral y promoción humana al que estamos llamados».

Dios es Amor, y por sobreabundancia de amor nos ha creado, invitándonos a participar de su misma comunión de amor, por toda la eternidad. Al crearnos por y para el Amor, experimentamos la necesidad de amar. ¿Quién no percibe fuerte en su corazón esa necesidad de amar y de ser amado? Tanto es así que «el hombre no puede vivir sin amor, él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente». Quien no ama ni se experimenta amado, es profundamente infeliz. En cambio, quien ama encuentra la felicidad. Tan sencillo como eso. ¿Quieres ser feliz? Aprende a amar, ¡responde a tu vocación al amor! Pero, ¿cómo amar? Cristo, el Señor, es el Maestro del auténtico amor, aquél amor que plenifica y realiza al ser humano, aquél amor que llena nuestros corazones de un gozo pleno.

¿TÚ AMAS?

¿Amo yo? Ésta es la pregunta fundamental que he de hacerme una y otra vez, si quiero responder a mis anhelos de plenitud y felicidad. Pero, ¿cómo amo yo? ¿Con qué amor amo? Y es que no todo es verdadero amor. El amor que yo realmente necesito vivir, amor con el que necesito encontrarme y que responde verdaderamente a la naturaleza humana, a mis anhelos más profundos, es aquél que procede de Dios. Por ello, la pregunta sobre el amor se resuelve finalmente en nuestra relación con el Señor Jesús. Es por ello que, como a Pedro hace dos mil años, también hoy nos pregunta el Señor: «¿Me amas?».

Nuestra realización, la realización de todo hombre o mujer, dependen, pues, del encuentro con Cristo y de la permanencia en su Amor: «Él nos enseñó a amarlo, amándonos primero hasta la muerte de cruz, e invitándonos a amar al que nos amó primero hasta el extremo. Si nos amaste primero fue para que pudiéramos amarte, no porque necesitaras nuestro amor, sino porque de no amarte no podríamos llegar a ser lo que tú quisiste que fuéramos».

APRENDER DE CRISTO: SERVIR COMO ÉL

El Señor Jesús nos ha amado hasta el extremo. Quien quiere aprender a amar verdaderamente, ha de acudir a Él, conocerlo, abrirse a su amor y acogerlo en el propio corazón. Él, al tiempo que derrama su amor en nuestros corazones, nos enseña también cómo debemos amar, de qué modo, hasta qué límite y extremo. La medida del auténtico amor, la del amor exigente que realiza al ser humano, es la medida que Él nos ha mostrado: amar sin límite, pues «nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos». Es el amor de la total donación por el bien del otro, que a la vez es el camino hacia la propia realización. En efecto, el hombre «no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo».

En Cristo el amor se hace servicio, es decir, don total de sí mismo para elevar al prójimo, al amigo e incluso al enemigo. Su amor -puede decirse- se hace concreto en un triple servicio: el servicio del anuncio de la Buena Nueva; el servicio reconciliador, que por su propia entrega en la Cruz nos procura el perdón y el don de la reconciliación en sus cuatro dimensiones; el servicio solidario, por el que como el Buen Samaritano] se hace cercano de todo sufrimiento humano para ofrecerle su ayuda solidaria.

Mirando a Aquél que nos ha amado hasta el extremo, experimentamos la invitación de amar también nosotros hasta el extremo, con un amor que se hace donación total de sí mismo para ganarlo todo, y para ganar a todos.

SERVICIO EVANGELIZADOR, RECONCILIADOR Y SOLIDARIO

Del Señor Jesús aprendemos a vivir el anuncio de la Buena Noticia por medio del servicio evangelizador, procurando anunciar el mensaje del Evangelio a tiempo y destiempo, a cuantos más podamos, de formas audaces y creativas, con arrojo y sin miedo al "qué dirán", a la oposición o rechazo que podamos experimentar, prestándole al Señor nuestros labios e inteligencia para que sea Él quien hable a través de nosotros, tocando y encendiendo tantos corazones anhelantes de amor, de verdad, de felicidad.

Mirándolo a Él aprendemos a ser servidores de la reconciliación, fermento de unidad, forjadores de la paz y justicia, promotores del perdón, perdonando y enseñando a otros a vivir esa dimensión exigente del amor, invitando a muchos a abrirse al don de la reconciliación con Dios, fuente de reconciliación consigo mismos, con los hermanos humanos y con la creación toda.

Del Señor aprendemos también a vivir el servicio solidario para con nuestros hermanos necesitados y desvalidos. La dramática situación por la que atraviesan tantos hermanos nuestros exige una respuesta comprometida desde el Evangelio, que busque vivir el programa de liberación reconciliadora que formuló Pablo VI en su encíclica Populorum progressio, en un proceso que atiende a las realidades humanas desde los niveles de supervivencia hasta la realización plena de los dinamismos fundamentales en su tensión de encuentro con el Señor de la Vida y del Amor: «el desarrollo no se reduce a un simple crecimiento económico. Para ser auténtico, el desarrollo ha de ser integral, es decir, debe promover a todos los hombres y a todo el hombre».

EL SERVICIO COMO EXPRESIÓN DEL AMOR AL SEÑOR

El servicio es fruto del amor y está íntimamente ligado a él. Por ello recomienda el apóstol Pablo: «servíos por amor los unos a los otros». El amor no es auténtico si no se expresa en el generoso y concreto servicio para con los hermanos humanos. Por ello afirma el apóstol San Juan: «Si alguno dice: "Amo a Dios", y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve». Por lo mismo, la vivencia del servicio en todas sus dimensiones es condición fundamental de la vida cristiana, y así nos lo enseña el Señor Jesús: «el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor... de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

(Fuente: Camino hacia Dios - Movimiento de la Vida Cristiana)

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