"La religión es una fuerza de paz, y la violencia, a menudo ejercida
en nombre de las convicciones religiosas, en realidad la deforma y
provoca su destrucción."
El papa Benedicto XVI lo subrayó
este jueves, en el discurso que pronunciado en la basílica de Santa
María de los Ángeles, en Asís, Italia, abriendo la Jornada de reflexión,
diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, con el tema
“Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.
Entre los
líderes religiosos que intervinieron en el encuentro están Bartolomé I,
Arzobispo ortodoxo de Constantinopla; el arzobispo de Canterbury y
Primado de la Comunión Anglicana, Rowan Douglas Williams; el secretario
general del Consejo Ecuménico de las Iglesias, Olav Fykse Tveit; el
rabino del Gran Rabinato de Israel, David Rosen; el representante de la
hinduistas, Acharya Shri Shrivatsa Goswami; y el Secretario general de
la Conferencia Internacional de las Escuelas Islámicas, Kyai Haji Hasyim
Muzadi.
Según Benedicto XVI, se pueden señalar dos nuevas formas de violencia, “diametralmente opuestas en su motivación”.
En
primer lugar, está el terrorismo, “en el cual, en lugar de una gran
guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear
destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto
por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente
heridas o muertas”.
“Sabemos que el terrorismo es a menudo
motivado religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de
los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que
cree poder relegar las normas del derecho en razón del «bien»
pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la
justificación de la violencia”.
“Esta no es la verdadera naturaleza de la religión –declaró el papa--.Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción”
“Sí,
también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en
la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente
claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro
contraste con su verdadera naturaleza”.
“Es tarea de todos
los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar
constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro
interior, para que – no obstante la debilidad del hombre – sea
realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo”.
“La Iglesia católica –añadió- no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo”.
Un
segundo tipo de violencia, añadió el papa, “es la consecuencia de la
ausencia de Dios, de su negación y de la pérdida de humanidad que esto
conlleva”.
Los enemigos de la religión “pretenden” su
desaparición, “pero el 'no' a Dios ha producido crueldad y una
violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre no
reconocía ya ninguna norma y ningún juez por encima de sí y se tomaba
como norma sólo a sí mismo”.
“La ausencia de Dios –advirtió- lleva a la decadencia del hombre y del humanismo”.
“Junto
a las dos realidades de religión y antirreligión”, Benedicto XVI
señaló también “otra tendencia de fondo: personas a las que no ha sido
dado el don de poder creer y que sin embargo buscan la verdad, están a
la búsqueda de Dios”.
Estas personas no afirman
simplemente “No existe ningún Dios”, sino que “sufren por su ausencia
y, buscando lo verdadero y lo bueno, están interiormente en camino
hacia Él”, siendo “peregrinos de la verdad”.
Con su
actitud, “quitan a los ateos combativos su falsa certeza, con la que
pretenden saber que no hay un Dios, y les invitan a convertirse, en
lugar de polémicos, en personas en búsqueda, que no pierden la
esperanza de que la verdad exista” y “hacen un llamamiento también a los
adeptos de las religiones para que no consideren a Dios como una
propiedad que les pertenece de tal manera que se sientan autorizados a
la violencia contra los demás”.
“Que estos no logren
encontrar a Dios depende también de los creyentes, con su imagen
reducida o incluso deformada de Dios”, advirtió.
Su lucha
interior y su interrogarse son, por tanto, “también un llamamiento a
nosotros los creyentes, a todos los creyentes a purificar la propia fe,
para que Dios –el verdadero Dios- se haga asequible”.
“Por esto he invitado a propósito a los representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís”, confesó Benedicto XVI.
Se
trata, concluyó, “del encontrarse en este estar en camino hacia la
verdad, del empeño decidido por la dignidad del hombre, y del hacerse
cargo juntos de la causa de la paz contra todo tipo de violencia
destructora del derecho”.
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