SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA (¿40?-¿113?)
nació en la época de los grandes emperadores de Roma, aunque él mismo no
era romano, ni tampoco habitante de la capital del Imperio.
A
San Ignacio de Antioquía se le considera tradicionalmente discípulo de
los apóstoles San Pablo y San Juan. Este último lo habría nombrado
Obispo de Antioquía en el año 69, siendo el tercer obispo de esa
importante ciudad, luego de San Pedro y del obispo Evodio.
Para
esa época, Antioquía, la actual ciudad turca Antakya, era la tercera
ciudad en importancia en todo el Imperio, después de Roma y de
Alejandría.
San Ignacio de Antioquía, llamado también Theophorus,
o Portador de Dios, fue de los primeros pensadores cristianos en
afirmar la autoridad del obispo como núcleo de cada comunidad. Para él,
quien viera a un obispo debería reconocer en él al propio Cristo.
Cuando
llegó el tiempo de las persecuciones a los primeros cristianos
ordenadas por el emperador Trajano, San Ignacio fue de los primeros en
ser arrestados en Antioquía, desde donde se le condujo encadenado y a
pie hasta Roma, donde habría de morir en el Circo.
Durante el
camino, fue escribiendo diversas cartas a las comunidades cristianas que
iba encontrando por el camino. De ellas se conservan siete: a los
Efesios, a los Romanos, a los Magnesios, a los Filipenses, a los
Tralienses, a los Esmírneos y a Policarpo de Esmirnia.
Estos
documentos lo convierten en uno de los primeros autores cristianos, pues
se cuentan entre los escritos más antiguos de la cristiandad. Además,
estas cartas influyeron el desarrollo de la teología cristiana.
Asimismo,
San Ignacio de Antioquía es de los primeros en aludir a la Inmaculada
Concepción, y en emplear el término “católico”. Sus escritos se
caracterizan por enfatizar la necesidad de mantener unida a la Iglesia.
En
la arena del Circus Maximus de Roma, San Ignacio de Antioquía murió
martirizado al ser arrojado a fieras salvajes. Iconográficamente se le
representa con unos leones a punto de devorarlo.
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA nos enseña el valor de ordenar los asuntos personales cuando la muerte es inminente.
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