SAN PABLO DE LA CRUZ (1694-1775) nació en Ovada, cerca de Génova, Italia, en una familia noble con dificultades económicas.
Pablo Francisco Danei Massari fue el mayor de los 16 hijos de sus padres, de los cuales solamente sobrevivieron seis.
A
los 19 años de edad, al escuchar la prédica espiritual de un sacerdote,
San Pablo de la Cruz se sintió profundamente transformado en su
interior, y decidió consagrar su vida a Dios de una manera radical.
La
tradición cuenta que la Virgen se le apareció, y que ella fue quien le
dictó el negro hábito y la norma de vida contemplativa de lo que pronto
sería la Orden de los Pasionistas, a la cual fundaría inspirado en la
Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
En 1720 viajó a
Alejandría, donde el obispo, monseñor Gattinara, lo revistió con el
hábito negro de ermitaño. A partir de aquí fue propiamente Pablo de la
Cruz, y se dio a la tarea de redactar un Diario espiritual viviendo en soledad en condiciones por demás precarias.
Esto
sería la base para las reglas de los Pasionistas, “los clérigos de la
Santa Cruz y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, que él instituyó
con la ayuda de su obispo y la aprobación del papa.
Cuando
regresó a Castellazzo se le unió su hermano Juan Bautista, quien habría
de ser su compañero hasta la muerte. En 1727 ambos fueron ordenados
sacerdotes en la Basílica de San Pedro por el papa Benedicto XIII.
Con
el deseo de buscar la soledad subieron ambos al monte Argentario, a 150
kilómetros de Roma, para vivir en una rústica ermita. Sin embargo,
numerosos candidatos quisieron unírseles, de modo que la ermita se
transformó en convento.
En 1741, las reglas escritas veinte años
antes fueron aprobadas finalmente por el papa Benedicto XIV. A lo largo
de su vida, San Pablo de la Cruz habría de fundar once conventos,
incluyendo uno de clausura para religiosas.
Además de cómo
fundador, a San Pablo de la Cruz se le recuerda como notable director
espiritual y por su gran actividad apostólica. Falleció en Roma en el
convento de San Juan y San Pablo. Fue canonizado en 1867 por el papa Pío
IX.
SAN PABLO DE LA CRUZ nos enseña el valor de combinar la práctica activa con la práctica meditativa.
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