El mandamiento del amor al prójimo nos parece una sobre exigencia. ¿Como
amar a una persona que me resulta antipática que genera sentimientos
negativos en mí? No puedo forzar mis sentimientos, no puedo ser
insincero para conmigo mismo ni para con los demás. Si partimos del
concepto del amor como transformación de una realidad a la cual se ha
reinterpretado o el buen trato que se dispensa a lo que se ve como
buenos, entonces el amor no nos obliga a reprimir nuestros sentimientos
negativos ni a fingir una conducta amable para con todas las personas.
Debemos obligarnos a una nueva visión del otro. Hemos de cuestionar
nuestros prejuicios y tratar de contemplar al otro expresamente a través
del cristal de la fe y creer en el núcleo bueno que hay en él. No
debemos obligarnos a amar. El amor se deriva de la fé. Nuestra tarea es
armonizar nuestra conducta con nuestra manera de ver las cosas. De lo
contrarios estaremos escindidos en nosotros mismos. No necesitamos
generar en nosotros ningún sentimiento de amor. Si descubrimos en el
otro un anhelo de bien, surgirán, también, en nosotros, sentimientos
positivos. Amar significa tratar al otro de tal modo que tomemos en
serio su anhelo de bien. Que motivemos cada vez más lo bueno en el, que
contribuyamos a que lo bueno de el supere mas y mas lo enfermo y
redimido, lo malo y lo oscuro, de tal modo que toda la persona se haga
buena. Amar significa hacer bien al otro, transformarlo cada vez más en
una persona buena.
Si la fe es el reconocimiento de una
alternativa de solución, entonces el amor es el que aplica esa solución.
Como la fé, así también el amor abandona el plano en el cual se juegan
juegos interminables. Un juego interminable es el juego de victoria y
derrota. Algunas personas solo pueden tratarse en el plano de la
victoria y la derrota. O soy mas fuerte o soy mas débil que el otro, o
triunfo yo o triunfa él. Uno de los dos debe perder. Es un juego sin
fin. Por que cuando pierdo, lucho entonces para ganar la próxima vez. Y
si no puedo ganarle al mismo contrincante, me busco otro a quien vencer.
Por que no puedo soportar ser un eterno perdedor. El amor abandona el
plano de la victoria y derrota, pasa por encima de él y asciende con el
otro a un plano superior. No contemplara al otro como contendiente, sino
como una persona que la cual hay muchas cosas buenas. Le interesara
fortalecer lo bueno que haya en él, estimular sus capacidades y dejarlo
vivir. No necesita de la derrota del otro para poder creer en su propio
valor y fuerza. Quien haya encontrado su fundamento en sí mismo, mas
aún, en Dios, quien haya encontrado su valor, aceptara al otro con su
correspondiente valor. Esta actitud es menos fatigosa que la presión
contínua de tener que vencer al otro.
Al elevarme por encima
del plano del triunfo y derrota sustraere a la lucha continua por
autoafirmarme. De pronto descubriré posibilidades mucho mas positivas
para tratar con el otro. Me alegrare de su valor. Eso no menoscabara mi
propio valor sino que, al contrario, me hará participar de la riqueza
del otro. Solo hace falta mucha imaginación para superar el plano de
victoria derrota y así obtener una alternativa de solución. Es parte de
la esencia misma del amor dejarse guiar por intuiciones, idear
soluciones imaginativas, descubrir nuevas sendas y posibilidades. El
amor nos hace creativos. A veces, incluso, es un poco loco. Pero
soluciones locas son mas humanas que el interminable juego en el plano
del triunfo derrota.
A menudo se nos hace dificultoso el amor
al prójimo por que tenemos ideales demasiados elevados al respecto. Nos
proponemos una y otra vez amar al otro. Pero nos sentimos tremendamnte
decepcionados cuando el otro tiene una opinión totalmente contraria,
cuando nos ofrece resistencia o incluso nos combate. A menudo
confundimos amor con armonía. Seria muy hermoso que todos pudiéramos
vivir en armonía. Pero es una utopía. En nuestro anhelo de armonía son
por lo general los otros quienes perturban esa armonía. Y entonces se
nos hace difícil seguir amando a los aguafiestas de la esperada armonía.
El verdadero amor no plantea condiciones a los demás. Los acepta tal
cual son. Constata con total sobriedad que hay en ellos insatisfacción,
agresividad, ambición de poder, búsqueda de reconocimiento, intriga,
pero también anhelo de bien. El amor no se hace ilusiones, transforma lo
que es posible transformar. Suscita lo bueno en la persona enferma y
quebrada. El amor no tiene miedo a los conflictos. Por que esta por
encima del plano de los conflictos. Cuando surge un conflicto se
pregunta que es lo que le hace realmente bien al otro. Al elevarse por
sobre el plano del concflicto no se aferrara a las emociones sino que
seguirá con consecuencia la búsqueda de una auténtica solución. El mero
anhelo de armonía esquiva la dura realidad y se refugia en un mundo
aparente. En cambio, el amor enfrenta la realidad, la aborda y la
transforma. Solo se puede transformar lo que se ha aceptado. El amor
cumple la ley fundamental de la vida asumiendo que la encuentra como
algo ya dado.
Las fantasías utópicas dificultan a menudo el
amor entre los cónyuges o entre los amigos. Se sueña con un amor mutuo,
pero cuando el cónyuge no lavó los platos se derrumba súbitamente los
castillos de arena. El vuelo del amor acaba en las trivialidades de la
vida. Para San Benito el amor fraterno se manifiesta concretamente en la
disposición de asumir los servicios diarios y cumplirlos concienzuda y
cuidadosamente. El amor debe encarnarse y abrazar la realidad de la
vida. La realidad a menudo es austera y consiste en mil pequeñeces. Al
otro no solo lo acepto con sus sublimes pensamientos y sentimientos,
sino también con sus costumbres que me crispan los nervios.
Para eso, para San Benito el amor se pone de manifiesto también en la
mutua tolerancia de las flaquezas (Regla de San Benito, cap.52)
En lugar de aferrarse a fantasías, el amor aborda la realidad del otro y
la de la convivencia, no cierra los ojos ante la realidad, pero se
eleva por encima del plano en el que se riñe. Ve lo invisible en el otro
mas allá de lo visible, ve su buena intención, su buen núcleo, sus
capacidades positivas. Y lo trata desde ese plano. Por ese camino se
relativizan muchas disputas. Estas no serán ya tan terriblemente
importantes. No se las niega ni reprime, sino que se las acoge y
trasforma. La utopía termina en resignación, en cambio el amor aborda
activamente los problemas de la vida cotidiana, con mucha fantasía, con
paciencia, con perseverancia, y con humor, que es una típica solución
alternativa. En la Carta a lo Corintios, San Pablo describe clásicamente
estas cualidades del amor: ¨ la caridad es paciente (makrothymos,
magnánima), el amor es servicial (shresteutai, nos hace buenos…Todo lo
soporta, todo lo cree, todo lo espera, no acaba munca ¨ (1 Co 13,4.7).
El amor enfrenta la realidad, la soporta, la transforma, por que cree
en el bien que Dios ha depositado en ella. Y por que cree que Dios, en
su amor, es capaz de transformarlo todo.
(Anselm Grün - "Sigue tu propio camino con la frente alta")
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