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¿ESTAMOS DISPUESTOS?

¿A olvidar lo que hemos hecho por el prójimo y recordar lo que otros han hecho por nosotros?
¿A no pensar en la deuda que tiene el mundo con nosotros y pensar más bien sobre lo que nosotros debemos a la humanidad?
¿A tener en cuenta las necesidades y preferencias de los niños?
¿A acordarnos de los que están entrados en años y se sienten débiles y solos?
¿A no preocuparnos por lo que puedan pensar de nosotros y plantearnos en cambio si amamos al prójimo?
¿A enterrar los malos pensamientos y sembrar sentimientos de bondad y bendición?

¿Estamos dispuestos a hacer lo que enumeramos, aunque sólo sea por un día?
Si es así, entonces, celebraremos realmente la Navidad.

¿Creemos que el amor es la fuerza más poderosa del mundo, mayor que el odio y que la muerte?
¿Creemos que el Niño que nació tiempo atrás en Belén es la encarnación de Dios y la luz del amor eterno?

Si es así, entonces, celebraremos realmente la Navidad.

Que la luz que Dios envió al mundo en la primera Navidad ilumine nuestros corazones.
Que la Navidad de Jesús nos traiga paz.
Que el amor de esta fecha llene nuestros corazones.
Y que conservemos todo el año la Navidad en nuestros corazones.

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