"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Jn 1, 6-8. 19-28
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por
medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. Éste es el
testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas
desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". Él confesó y no
lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías". "¿Quién
eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No".
"¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién
eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué
dices de ti mismo?". Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el
desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías".
Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿Por
qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta?". Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de
ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y
yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Todo esto sucedió
en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
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