"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 7, 24-30
Cuando los enviados de Juan el Bautista partieron, Jesús comenzó a hablar
de él a la multitud, diciendo: "¿Qué salieron a ver en el desierto?
¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido
con refinamiento? Los que llevan suntuosas vestiduras y viven en la
opulencia, están en los palacios de los reyes. ¿Qué salieron a ver
entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es
aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti para
prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más
grande que Juan, y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es
más grande que él". Todo el pueblo que lo escuchaba, incluso los
publicanos, reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de
Juan. Pero los fariseos y los doctores de la Ley, al no hacerse bautizar
por él, frustraron el designio de Dios para con ellos.
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