Cuando nació Jesús hacía 30 años que reinaba en Judea Herodes
Ascalonita, a quien la historia llama el Grande, para diferenciarlo de
Herodes Antipas, el que mandó matar a Juan el Bautista.
Era un extranjero aborrecido por los judíos que por haber usurpado el trono desconfiaba de todos hasta la ridiculez.
Al
enterarse por los Magos del nacimiento del Mesías en Belén de Judá, y
por temor a perder el trono, comenzó a tramar un plan para matar al
recién nacido.
Según señala el Evangelio de San Mateo, Herodes
llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles en qué sitio exacto iba a
nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas. Ellos le
contestaron: "Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta
Miqueas diciendo: "Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de
Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de
Israel" (Miq. 5, 1).
Entonces Herodes se propuso averiguar
exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a
que lo mataran. Y fingiendo dijo a los Reyes Magos: - "Vayan y averiguen
acerca de ese niño, cuando lo encuentren regresan y me lo informan,
para ir yo también a adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por
la estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y
llenos de alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen
María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro,
incienso y mirra. En sueños recibieron el aviso divino de que no
volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos.
Cuando se vio burlado por los Magos, se enfureció y ordenó la matanza de todos los niños de dos años para abajo, en Belén.
Pero un ángel avisó a José que huyese con María y el Niño a Egipto, poniéndose de esta manera a salvo.
El
mismo evangelista San Mateo afirmará que en ese día se cumplió lo que
había avisado el profeta Jeremías: "Un griterío se oye en Ramá (cerca de
Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se
quiere consolar, porque ya no existen" (Jer. 31, 15).
Desde los
primeros siglos la Iglesia celebra en esta fecha la fiesta de los Santos
Inocentes, los primeros mártires que dieron su vida por Cristo. Ya el
mismo Jeremías dejó dicho y escrito que "de la boca de los que no saben
hablar sacaste alabanza".
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