Cuando el mayor anhelo de toda joven judía, su gloria y
su honra, era poder ser la madre del Mesías, María ofreció su virginidad,
renunciando así al destino de toda doncella hebrea, al destino de gloria. Y por
haber renunciado a ese destino, se lo concedió el Señor. Es el caso más hondo
de hallarlo todo por haber renunciado a todo.
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