San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo VII ya que Dios le concedió desde muy pequeño grandes cualidades para trabajar con mucho arte el oro y la plata.
El rey Clotario II le encargó la construcción de un regio trono, para lo cual le entregó gran cantidad de oro y piedras preciosas. Eloy hizo no un trono sino dos.
El rey quedó maravillado por la obra, pero más por su fidelidad y honradez, y lo designó tesorero del palacio.
Fabricó también los preciosos relicarios en los cuales se guardaron las reliquias de San Martín, San Dionisio, San Quintín, Santa Genoveva y San Germán.
Toda su vida de palacio fue un ejemplo de sobriedad y amor a los pobres, a quienes socorría con los beneficios que recibía del rey.
Muerto San Acario, obispo de Novón, San Eloy fue designado para sucederlo.
Durante su episcopado se dedicó a civilizar a los pueblos todavía subdesarrollados de su jurisdicción y a iluminarlos con la luz de la fe.
Murió el año 659.
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