SAN SABAS (439-532) nació en Mutalasca,
cerca de Cesárea de Capadocia, la actual Kayseri, Turquía, en el seno de
una familia cristiana.
El padre de San Sabas era oficial del
ejército, y en sus largas ausencias solía llevarse a su esposa, dejando
al niño al cuidado de unos tíos que lo maltrataban mucho.
Cuando
sus progenitores regresaron de la guerra, fue para saber que Sabas había
huido y se había refugiado en el convento de San Basilio de Mutalasca,
de donde ya no quiso salir.
Según la tradición, a los 18 años de
edad se dirigió a Jerusalén con el propósito de encontrar a San Eutimio
el Grande, el santo anacoreta, y convertirse en discípulo suyo.
Luego
de la muerte de su maestro, con quien había pasado varios años de vida
eremítica en Jordania, San Sabas se encaminó de vuelta rumbo a
Jerusalén, estableciéndose en el valle de Cedrón.
En una cueva en
un acantilado escarpado, a la que sólo podía llegar trepando por una
escala de cuerdas, San Sabas decidió vivir ahí en soledad, con extremos
rigores de ermitaño.
Acaso la escala llamó la atención de otros
que buscaban el mismo tipo de vida, pero el resultado fue que San Sabas
empezó a verse rodeado de muchos que lo buscaban como ejemplo y guía.
Se
formó así una peculiar congregación monástica conocida como la “gran
laura”, donde San Sabas llegó a tener hasta 150 discípulos. Este
monasterio, llamado Mar Saba, es el más antiguo que se conserva en
Israel.
En el año 492, a los 53 años de edad, San Sabas fue
ordenado sacerdote, y el patriarca Elías de Jerusalén lo nombró
Archimandrita, o sea superior de todos los anacoretas de Palestina.
San
Sabas fundó varios monasterios, procurando en todos que se viviera con
rigor muy estricto, lo cual le valió numerosos opositores.
En
451, el Concilio de Calcedonia proclamó la doble naturaleza de Cristo,
en contraposición a las ideas monofisitas, y San Sabas lo suscribió sin
dudarlo.
Como opositor del monofisismo y de las doctrinas de
Orígenes, San Sabas formó parte de las comitivas enviadas a
entrevistarse con el emperador Anastasio I, en 511, y Justiniano, en
531.
En sendas entrevistas con los emperadores, San Sabas se
distinguió como notable mediador, consiguiendo por ejemplo una
sustancial reducción de los impuestos que pagaban los habitantes de
Palestina.
De vuelta en Mar Saba, el monasterio original, que
lleva su nombre, y gozando en vida de una extendida fama de santidad,
contrajo una enfermedad muy fuerte, y falleció en su “laura” a la edad
de 93 años.
Las reliquias de San Sabas, a quien se recuerda como
uno de los más importantes patriarcas entre los monjes de Palestina,
fueron robadas en alguna de las cruzadas por tropas de Venecia y
trasladadas a esa ciudad. Estas reliquias fueron devueltas a Mar Saba en
1965.
SAN SABAS nos enseña el valor de hacer fecunda una vida longeva.
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