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Oración para el año que termina y el que empieza


Gracias señor por todo cuanto me diste en el año que termina.
Gracias por los días de sol y los nublados, por las tardes tranquilas y las noches oscuras.
Gracias por lo que nos prestaste y luego nos pediste.
Gracias señor por la sonrisa amable y por la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso, por todo lo dulce, por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de las personas buenas.
Gracias por la soledad y por el trabajo, por las inquietudes y las dificultades, por las lágrimas, por todo lo que nos acercó a ti.
Gracias por habernos conservado la vida, por habernos dado techo, abrigo y sustento.

¿Que nos traerá el año que comienza?
Lo que quiera Señor pero te pedimos:
FE: para mirarte en todo.
ESPERANZA: para no desfallecer.
CARIDAD: para amarte cada vez mas y hacerte amar por los que nos rodean.

Dadnos  paciencia, humildad, desprendimiento y generosidad.
Dadnos Señor lo que Tú sabes que nos conviene y no sabemos pedir.
Que tengamos un corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activos y que nos hallemos siempre dispuestos a hacer tu voluntad.
Derrama Señor tu gracia sobre todos los que amamos y concede tu paz al mundo entero.
Así sea….


Porque nadie, nadie, nadie te ama como Él... Esa es la razón para seguir adelante...



Porque nadie, nadie, nadie te ama como Él... Esa es la razón para seguir adelante...

SAN SILVESTRE I, papa


Gobernó la Iglesia del año 314 al 335.
Bajo Silvestre I, la Iglesia, después de 300 años de persecución, salió de las catacumbas.
Este Santo Padre ejerció su pontificado en la época en la que Constantino decretó la libertad para los cristianos, dando alto a las persecuciones. El emperador Constantino le regaló a San Silvestre el palacio de Letrán en Roma, y desde entonces estuvo allí la residencia de los Pontífices.
En este tiempo se edificaron, entre otras, las dos basílicas: San Juan de Letrán y San Pedro.
El año 325 reunió en Nicea el primer concilio ecuménico al que asistieron más de 300 obispos y el mismo emperador Constantino; allí se condenó la herejía de Arrio.
En otro concilio, celebrado en Arlés, se estableció que la fiesta de Pascua se celebrase el domingo después del día 14 de la luna de marzo.
Después de gobernar la Iglesia durante 22 años, murió santamente el año 335, a edad muy avanzada


En este nuevo día, Señor, que mi corazón tenga capacidad para el perdón, para esforzarme en volver a empezar cada día, la sublime tarea de amar.



En este nuevo día, Señor, que mi corazón tenga capacidad para el perdón, para esforzarme en volver a empezar cada día, la sublime tarea de amar.

Jn 1, 1-18

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Éste es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.

No hay silencio que El Señor no entienda, ni tristeza que él no sepa, no hay amor que ignore, ni lagrima que no valore, por que El te ama.



No hay silencio que El Señor no entienda, ni tristeza que él no sepa, no hay amor que ignore, ni lagrima que no valore, por que El te ama.

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


La Iglesia celebra hoy la fiesta de la Sagrada Familia, formada por Jesús, María y José para presentar el modelo de los hogares cristianos y a la familia como célula de la sociedad. Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.
La tradición dice que en la casa de Nazaret Jesús llevó una vida sencilla, humilde y oscura hasta la edad de 30 años.
En el seno de esa familia aprendió el oficio de carpintero que ejercía San José.
Allí creció en edad y sabiduría.
Junto a ellos, María se sentía feliz de aliviar las fatigas de su esposo.
Los tres santificaron la vida familiar con el ejercicio de las virtudes domésticas, practicando la caridad, la ayuda mutua, el respeto y la obediencia.

“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.”  Juan Pablo II


Dios misericordioso, asegura nuestros pasos en el camino de la verdadera santidad, y haz que busquemos hoy cuánto hay de verdadero, noble y justo.



Dios misericordioso, asegura nuestros pasos en el camino de la verdadera santidad, y haz que busquemos hoy cuánto hay de verdadero, noble y justo.

Lc 2, 41-52

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Dios no regala colonias, ni discos, ni libros. No regala la play, o el iPod, o ropa. Nos regala a su hijo. Y en Él, y a través de su historia única, de su palabra sincera, de su vida, nos regala la compasión, la ternura, la generosidad y la autenticidad.



Dios no regala colonias, ni discos, ni libros. No regala la play, o el iPod, o ropa. Nos regala a su hijo. Y en Él, y a través de su historia única, de su palabra sincera, de su vida, nos regala la compasión, la ternura, la generosidad y la autenticidad.

SANTO TOMÁS BECKET, obispo y mártir


Nació en Londres en 1118.
Por sus méritos, talentos y virtudes llegó a ser el Gran Canciller de Inglaterra y obispo de Canterbury. Fue uno de los más ilustres prelados benedictinos de la Edad Media.
El rey Enrique II depositó en él su confianza y lo distinguió con su amistad. Sin embargo, cuando este mismo rey pretendió sancionar medidas lesivas de las libertades de la Iglesia, Tomás defendió con energía la independencia de la Iglesia contra el cesaropapismo del rey. En 1164 rechazó la Constitución de Clarendon, que subordinaba la justicia eclesiástica a la real.
"Como sacerdote de Cristo  –declaró–  de buen grado moriría mil muertes para defender la Iglesia de Dios".
Fue asesinado en la Catedral por orden del rey, el 29 de diciembre de 1170.

El papa Alejandro III en 1173 lo proclamó santo.