La conversión de San Pablo es uno de los mayores acontecimientos del
siglo apostólico. Así lo proclama la Iglesia al dedicar un día del ciclo
litúrgico a la conmemoración de tan singular efemérides. "Era, se ha
escrito, la muerte repentina, trágica, del judío, y el nacimiento
esplendoroso, fulgurante, del cristiano y del apóstol". San Jerónimo lo
comentaba así: "El mundo no verá jamás otro hombre de la talla de San
Pablo".
Saulo, nacido en Tarso, hebreo, fariseo rigorista, bien
formado a los pies de Gamaliel, muy apasionado, ya había tomado parte en
la lapidación del diácono Esteban, guardando los vestidos de los
verdugos "para tirar piedras con las manos de todos", como interpreta
agudamente San Agustín.
De espíritu violento, se adiestraba como
buen cazador para cazar su presa. Con ardor indomable perseguía a los
discípulos de Jesús. Pero Saulo cree perseguir, y es él el perseguido.
Thompson, en El mastín del cielo, nos presenta a Dios como infatigable
cazador de almas. Y cazará a Saulo.
"Cuando Jesús se evade del
grupo de sus discípulos, dice Mauriac, sube al cielo y se disuelve en la
luz, no se trata de una partida definitiva. Ya se ha emboscado en el
recodo del camino que va de Jerusalén a Damasco, y acecha a Saulo, su
perseguidor bienamado. A partir de entonces, en el destino de todo
hombre existirá ese mismo Dios al acecho".
Mientras Saulo iba a
Damasco en persecución de los discípulos de Jesús, una voz le envolvió,
cayó en tierra y oyó la voz de Jesús: Saulo, Saulo ¿por qué me
persigues?
Saulo preguntó: ¿Quién eres tú, Señor?
Jesús le respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues.
¿Y qué debo hacer, Señor?
Pocas
veces un diálogo tan breve ha transformado tanto la vida de una
persona. Cuando Saulo se levantó estaba ciego, pero en su alma brillaba
ya la luz de Cristo. "El vaso de ignominia se había convertido en vaso
de elección", el perseguidor en apóstol, el Apóstol por antonomasia.
Desde
ahora "el camino de Damasco, la caída del caballo", quedarán como
símbolo de toda conversión. Quizá nunca un suceso humano tuvo resultados
tan fulgurantes. Quedaba el hombre con sus arrebatos, impetuoso y
rápido, pero sus ideales estaban en el polo opuesto al de antes de su
conversión. San Pablo será ahora como un fariseo al revés. Antes, sólo
la Ley. En adelante únicamente Cristo será el centro de su vida.
La
caída del caballo representa para Pablo un auténtico punto sin retorno.
"Todo lo que para mí era ganancia, lo tengo por pérdida comparado con
Cristo. Todo lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo. Sólo una
cosa me interesa: olvidando lo que queda atrás y lanzándome a lo que
está delante, corro hacia la meta, hacia el galardón de Dios, en Cristo
Jesús". Pablo es llamado "el Primero después del único".
La
vocación de Pablo es un caso singular. Es un llamamiento personal de
Cristo. Pero no quita valor al seguimiento de Pablo. En el Evangelio hay
otros llamamientos personales del Señor, como el del joven rico y el de
Judas Iscariote, que no le siguieron o no perseveraron. "Dios es un
gran cazador y quiere tener por presa a los más fuertes" (Holzner).
Pablo se rindió: "He sido cazado por Cristo Jesús". Pero pudo haberse
rebelado.
Normalmente los llamamientos del Señor son mucho más
sencillos, menos espectaculares. No suelen llegar en medio del huracán y
la tormenta, sino sostenidos por la suave brisa, por el aura tenue de
los acontecimientos ordinarios de la vida. Todos tenemos nuestro camino
de Damasco. A cada uno nos acecha el Señor en el recodo más inesperado
del camino.
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