"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 1, 40-45
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas,
le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la
mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la
lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole
severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al
sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés,
para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a
proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que
Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía
quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario