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No son las circunstancias las que importan, es Dios en esas circunstancias. No son las palabras, es Dios que las dice. No es el barro el que sanó los ojos del ciego, fue el dedo de Dios en el barro. La cuna y la cruz eran tan comunes como el pasto, lo que las santifica es Aquel que las usó.

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