Muchas veces hay
que saber renunciar a nosotros para encontrar a Dios. Renunciar a nuestro
orgullo, a nuestros placeres mundanos, a nuestro lado oscuro. “Benditos sean
los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos” dijo el Señor. Pero no
sólo nos habla de cosas materiales, más bien, hay que ser pobres de egoísmo, de
ambición, de vanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario