Nació en el castillo de Sales, en Saboya, Francia, en 1567.
Desde
niño se hizo muy devoto de San Francisco de Asís, y con los niños de su
edad hablaba de religión. Más tarde fue a estudiar teología a la
Universidad de París. Obtuvo el doctorado en leyes en Padua, y a su
regreso se ordenó como sacerdote, a pesar de que su padre se oponía.
Durante
toda su vida, pero especialmente en la juventud, luchó contra un
poderoso enemigo interno: la ira. Sólo gracias a Dios y a la
perseverancia del propio Francisco, consiguió dominar e imponerse a este
defecto del carácter.
Se cuenta que en una ocasión se presentó un
calvinista en su monasterio. Le acometió tal ataque de ira, que tomó un
palo, y en vez de batir a golpes al protestante se encerró en el corral
y arremetió a palos contra las despavoridas gallinas, que salieron
corriendo de ahí. Luego cayó en cuenta de lo que había hecho, y decidió
que dejaría de ser iracundo.
Más adelante se le encomendó la
peligrosa labor de evangelizar la provincia de Chablais, que padecía
ataques continuos de los protestantes y había caído bajo la influencia
del calvinismo. Francisco cumple con creces su misión, estableciendo
nuevamente el catolicismo en esa región.
En 1602 fue nombrado
Obispo de Ginebra. Poco después conoció a Santa Juana Francisca de
Chantal, y el resultado del encuentro entre ambos santos fue la
Congregación de la Visitación, que ellos establecieron.
Luego de
muchas obras piadosas y de sufrir una dolorosa enfermedad, San Francisco
de Sales falleció en el invierno de 1622. Diez años más tarde, cuando
su sepultura fue abierta, hubo sorpresa general al encontrar su cadáver
incorrupto despidiendo un aroma a rosas.
"En esta vida
la paciencia ha de ser el pan de cada día; pero la necesitamos en
particular para nosotros, porque nadie se nos hace tan pesado como
nosotros mismos."
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