PRIMERO: Observa si queda algo por perdonar en ti, o en tu vida. En
tu pasado más remoto o más cercano. Mira si hay algún recuerdo que
perturba tu alma. No puedes olvidar que la búsqueda del lugar del propio
corazón, tu unificación interior, y el hecho de tener que ser "anuncio
evangelizador" en tu vida, exigen una plena paz de alma. Y te animan a
buscar el lugar del corazón, para establecer en él un ámbito de comunión
y de encuentro.
Para poder hacer este camino hacia el corazón,
has de vivir en una pureza total de la memoria, del pensamiento y de la
imaginación, y acoger en ti la presencia vitalizadora de Cristo.
Has
de ser capaz de amar y de dejarte amar. Vivirás en la transparencia
total para poder ser "luz". No pretendas iluminar. Que tu primer
objetivo sea vivir en la iluminación interior.
SEGUNDO:
Observa si en tu vida puedes decir que has hecho de manera tan eficaz,
que se pueda notar, el don absoluto de tu amor total a Dios y a los
hermanos. Mira si en tu manera de vivir se ve que para ti "nada vale la
pena en comparación con el supremo bien de conocer a Jesucristo, mi
Señor" (Fil 3,8). El resucitado vive en ti y quiere establecerse en tu
interior.
Busca "ese" lugar interior en el que Él vive: es el
corazón centro de todo lo que vives y sientes. Haz el camino con paz,
sin prisas... sin nerviosismos, ni precipitaciones. Date el tiempo
necesario para llegar. De momento busca el silencio. Te bastará "estar"
serenamente contigo mismo.
TERCERO: Observa si te
desestabilizan interiormente, o anímicamente, tus limitaciones y
pobrezas, o las de tus hermanos..., o por el contrario si vives en la
paz de reconocerlas sinceramente para superarlas aceptándolas. ¿Te dejas
llevar fácilmente por los "nervios"?...
Recuerda: Cristo que vive
en ti siempre te dice: ¡Ten paz, no tengas miedo...!. Pero tú mismo has
de vivir en esta paz... que siempre supone la ausencia del temor y de
la duda. Porque te has abandonado en confianza.
CUARTO: Observa si alguna vez, o muchas veces, comienzas el día cansado o sin ilusión de servir y de entregarte.
Mira
si lo que predomina en ti es el cansancio o la ilusión, la
consideración de las cosas que te cuestan o el ánimo con el que te
enfrentas a las cosas que podrías hacer, porque forman parte de tu
compromiso con la vida.
¿Te sientes feliz y en paz en tu
camino?... ¿Eres feliz? La felicidad que nace en el hondón de tu alma
será una señal evidente de que vives en la iluminación interior. Verás
que siempre es una felicidad llena de paz, alejada de los "fuegos de
artificio" volátiles y pasajeros.
QUINTO: Observa si Él ocupa o no, siempre, directa o indirectamente, tu pensamiento, tu corazón y tu vida.
Pregúntate
si esta consciencia de Él en ti, es un estímulo para tu vida. Observa
si predominan en ti los criterios que vienen de la fe en Jesús que habla
claramente en su Evangelio.
Observa si los hermanos están
realmente en el horizonte de tu vida. Pregúntate si tu opción por Jesús
es manifestación de esta fe intensa en Él, al que anuncias. Piensa que
el Cristo que anuncias es ¡el Señor que vive! Y vivirá en ti, cuando lo
acojas en lo más profundo del propio corazón... cuando percibas que Él
es el "todo" en tu alma y en tu vida.
SEXTO: Observa si
pierdes fácilmente la paz porque no te vives unificado interiormente y
vives distraído o disperso. Pregúntate qué es lo que te altera con más
facilidad. ¿Actualmente hay algo que te intranquiliza? ¿Estás en paz
contigo mismo? ¿Él vive en ti...?. Es verdaderamente el centro que da
sentido a todo?...
SÉPTIMO: Observa si vives o no a Jesús
como la opción esencial de tu vida que te ayuda a vivir en la
unificación y en la armonía interior.
Pregúntate si la presencia
del Señor en ti es vivida con claridad, alegría y fuerza. O aceptas, de
hecho, un planteamiento de vida conformista y adormecedor que no te
ayuda a crecer, ni a darte siempre y más radicalmente al Señor y al
hermano. Nunca olvides que el Señor Resucitado siempre camina entre los
hermanos.
OCTAVO: Observa si caes en la tentación de
aceptar vivir y caminar solo, "a tu aire", o te arreglas tú la vida por
tu propia cuenta, prescindiendo de la comunidad de los hermanos, y de tu
deber de ser testigo del Señor en la Iglesia y en el mundo.
Observa
si, por el contrario, asumes con responsabilidad el compromiso de
reconocer tu papel en la vida y lo que la comunidad puede esperar de ti.
Ten
en cuenta los dones que Dios ha puesto en tus manos. ¿Ofreces el don de
ti mismo a los demás y te entregas a ellos como signo de que quieres
darlo todo y darte del todo?...
NOVENO: Observa si te
conformas tranquilamente con la actitud de no esperar contra toda
esperanza ..., o por el contrario eres capaz de vivir y comunicar tu
amor radical por el Señor y la alegría de tener la vida en tus manos
para ser capaz de darla con esperanza renovada.
¿Eres optimista o pesimista?.
DÉCIMO:
Observa si consciente o inconscientemente salen de tu boca expresiones
como éstas: "Yo ya no"... "Conmigo que ya no cuenten" .... "Yo ya estoy
bien así?"... "A mí ya nadie me cambia"... "Ya nunca jamás volveré a
ceder"... "Ya estoy harto de..."!
Observa si se dan en ti
actitudes cerradas, intolerantes, de juicio negativo precipitado.
Observa, sobre todo, si te dejas llevar por la negatividad. Piensa en
esta revisión de tu vida que Dios es siempre positivo: «no apaga la
mecha que aún humea ni rompe la caña agrietada».
¡Ora, y reconoce la verdad ante Dios!
(Fuente: Jaume Boada i Rafí O.P.)
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