Nació en Roma, hijo de una familia de origen ateniense, en la época de la muerte de Jesús y de las prédicas de los Apóstoles.
En
Roma, San Anacleto conoció al Apóstol San Pedro, y se hizo discípulo
suyo, ayudándolo a predicar la naciente doctrina. Se le describe como
una persona de carácter afable, cuya ternura conquistaba lo mismo a
creyentes que a paganos.
A la muerte de San Lino en el año
76, San Anacleto le sucedió como el tercer Papa de la cristiandad. Su
pontificado habría de durar doce años, durante los cuales se distinguió
como un prudente y abnegado pastor que supo proteger a su rebaño.
En
el año 88, sin embargo, Domiciano desató contra la cristiandad una de
las primeras y más terribles persecuciones que haya sufrido.
Como
cabeza de la Iglesia, San Anacleto tuvo una ferviente actividad,
visitando comunidades de fieles y consolándolas por la muerte de miles
de compañeros de fe.
Eventualmente, la guardia imperial
dio con él y lo hicieron prisionero. Se cuenta que en vez de huir, él
aceptó con una sonrisa a sus captores y torturadores. Murió a causa de
los extremos suplicios a los que se vio sometido.
Durante
su pontificado, San Anacleto estableció las primeras normas para la
elección de los obispos de la Iglesia, y mandó edificar un mausoleo para
enterrar a los mártires cristianos.
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