"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 10, 32-45
Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a
sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían
miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que
le iba a suceder: "Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre
será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a
muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo
escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará".
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le
dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir".
Él les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le
dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "¡No saben lo que
piden! ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que
yo recibiré?". "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó:
"Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo
que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a
mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido
destinados". Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se
indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que
aquéllos a quienes se considera gobernantes dominan a las naciones como
si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser
grande que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero
que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino
para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una
multitud".
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