El 18 de marzo de 1536 el humilde labrador Antonio Botta se dirigía a
trabajar al valle de San Bernardo, provincia de Savona, cuando al
cruzar un pequeño arroyo afluente del Letimbro, se detuvo a beber.
Antonio había nacido en 1470, estaba casado con Catalina Cavaza y era
padre de dos hijos, Masino, muerto a poco de nacer y Catalina.
Milagrosa aparición
El
labriego se lavaba las manos a la vera del arroyo cuando de repente
escuchó una suave y dulce voz que lo llamaba por su nombre. Al alzar la
vista, vio descender del cielo, envuelta en radiante luz, a la mismísima
Virgen Santísima.
El buen Antonio cayó de rodillas preguntando a
la Santa Madre que era lo que quería y aquella, con suavidad, le
respondió que debía encaminarse a la iglesia de San Bernardo para
decirle a su párroco y confesor, fray Daniele Porro, que a partir del
siguiente sábado debería organizar tres procesiones diarias en honor de
Dios y de su Santa Madre. Antonio prometió hacer lo que se le ordenaba,
finalizando la Virgen que al cuarto sábado volviese al mismo lugar.
Mensaje de Misericordia
Cumplido
el pedido regresó Antonio el día indicado, 8 de abril, para encontrar a
la Madre del Cielo de pie en el mismo lugar, vistiendo una túnica
blanca y sonriéndole dulcemente. Y una vez más volvió a hablarle
empleando aquella voz suave con la que lo había cautivado para decirle
la célebre frase “Misericordia quiero y no justicia”, en alusión a las sangrientas guerras entre España y Francia que tenían a Italia por campo de batalla.
Santuario mariano
El
suceso no tardó en ser conocido por los habitantes del valle y tanto
corrió la voz que, en poco tiempo, acudieron peregrinos de todo el norte
de Italia e incluso de la misma Francia, a visitar el lugar de la
aparición donde, al poco tiempo, se erigió una pequeña capilla. Por ese
motivo, en julio del mismo año, el Gran Consejo de Savona encargó al
célebre arquitecto Antonio Sormano la edificación de un santuario
dedicado a Nuestra Señora de la Misericordia, recomendándole
especialmente que la cripta envolviese el lugar para colocar en ella,
sobre la misma piedra desde la que habló Nuestra Señora, una bella
imagen de mármol blanco.
Con las obras de edificación comenzaron,
en forma paralela, las del contiguo hospicio de los peregrinos,
verdadero palacio destinado a dar alojamiento a quienes acudían de
tierras lejanas a venerar a la Virgen. Y a partir de entonces, los 18 de
marzo los fieles saldrían en peregrinación desde Savona, cumpliendo el
pedido que Nuestra Señora hiciera a Antonio Botta, recorriendo el
trayecto que desde esa hermosa ciudad conduce al santuario, junto al río
Letimbro, pasando muy cerca de la casa del labriego que aún se conserva
intacta.
Pío VII visita el santuario
A
ese santuario llegaron a orar personalidades de gran importancia, entre
ellas, S. S. el Papa Pío VII, deseoso de cumplir su promesa de
agradecer a la Santa Madre, a quien se había encomendado, su liberación
luego de tres años de duro cautiverio en Savona y dos en Fontanieblau,
en poder de Napoleón. El mismo Pontífice coronó solemnemente a la Virgen
el 10 de mayo de 1815, en una emotiva y multitudinaria ceremonia.
Nuestra
Señora de la Misericordia es patrona de las ciudades de Savona
(Liguria), Ajaccio (Córcega), y desde el 8 de septiembre de 2002, del
barrio de Caballito, en Buenos Aires.
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