"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 12, 1-12
Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, los escribas
y los ancianos, y les dijo: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó
un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos
viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un
servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le
correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las
manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a éste también lo
maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a éste lo
mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le
quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último
término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero los viñadores se
dijeron: 'Éste es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será
nuestra'. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la
viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y
entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura:
'La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra
angular: ésta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos'?".
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que
esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la
multitud. Y dejándolo, se fueron.
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