"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mt 7, 21-29
Jesús dijo a sus discípulos: "No son los que me dicen: "Señor, Señor",
los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la
voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día:
"Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a
los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?" Entonces yo les
manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen
el mal". Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las
pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su
casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes,
soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó,
porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis
palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que
edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los
torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y
su ruina fue grande". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la
multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como
quien tiene autoridad y no como sus escribas.
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