Querido Señor, tu discípulo Pedro quiso saber quién te traicionaría.
Señalaste a Judas, pero un poco más tarde le señalaste a él. Judas te
traicionó, Pedro te negó. Judas se ahorcó, Pedro se convirtió en el
apóstol al cual hiciste primero de todos. Señor, dame fe, fe en tu
misericordia infinita, en tu perdón sin límites, en tu bondad
insondable. No permitas que me tiente el pensamiento de que mis pecados
son demasiado grandes para ser perdonados, demasiado abominables como
para que los toque tu misericordia. No permitas que huya de ti.
Concédeme volver a ti una y otra vez y pedirte que seas mi Señor, mi
pastor, mi fortaleza y mi refugio. Acógeme bajo tu protección, Señor, y
permíteme experimentar que no me rechazarás mientras te siga pidiendo tu
perdón. Quizá mis dudas a cerca de tu perdón son un pecado mayor que
los pecados que considero demasiado grandes para ser perdonados. Quizá
me considero demasiado importante, demasiado grande, cuando pienso que
ya no puedo ser abrazado por ti. Señor, mírame, acepta mi oración como
aceptaste la oración de Pedro, y no permitas que huya de ti en la noche,
como hizo Judas.
(Henri J. M. Nouwen - “Oraciones desde la abadía. Una súplica de misericordia”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario