Nació en Bretaña, en el siglo VI, en la época de los juglares, bardos y trovadores.
Su
padre era un juglar de la vieja Bretaña que iba de castillo en
castillo cantando las glorias de los druidas y los celtas.
Su madre también tañía la lira y cantaba las composiciones de los bardos.
Hervé
que era ciego, se hizo monje y con el arpa de su padre cantó
las glorias del cristianismo, las hazañas de los mártires y
misioneros y convirtió así a la muchedumbre.
Formó una escuela
de música y canto de donde salieron muchos trovadores que
recorrieron Bretaña con sus cantos.
Finalmente se retiró a una ermita en el bosque, donde se dedicó a cantar a Dios hasta el fin de sus días.
A
San Hervé se le representa, por lo general, junto al lobo y acompañado
por Guiharan, un niño que le auxiliaba en las faenas del campo.
Se
invoca al santo para toda suerte de enfermedades de los ojos; al lobo
de san Hervé lo utilizaban las madres bretonas para asustar a los niños
traviesos.
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