Aunque creció como un joven mundano, esclavo de sus pasiones, algunas
veces aspiró a ideales más elevados. La muerte de un pariente suyo a
manos de su propio padre durante un duelo, hizo que el joven escapase
horrorizado, y se internase en un monasterio cercano, donde permaneció
por tres años en la más absoluta austeridad y fervor.
Luego, el
santo permaneció por años en compañía de un santo ermitaño, quien veló
por la total conversión y formación de San Romualdo, de manera que éste
pudiese predicar con ardor y corazón a Jesús. Justamente, el anuncio del
evanglio fue uno de sus más grande sueños, y contando con el permiso
del Papa, decidió partir a Hugría para iniciar su misión evangelizadora.
Sin embargo, una terrible enfermedad impidió su viaje, y San Romualdo,
que siempre estuvo atento a las señales de Dios, se dio cuenta que el
Padre Celestial no lo quería para esa misión.
Por treinta años, el
santo fundó numerosas ermitas y monasterio por toda Italia. El
monaterio más famosos del santo es el de Camáldoli, fundado por él
alrededor del año 1012, y donde impuso reglas aún más severas que la de
San Benito, dando inicio a una nueva congregación llamada Camaldulense,
en la cual unió la vida cenbítica con la eremítica.
Luego de
permanecer algunos años en Camáldole, el santo retornó a sus viajes
apostólicos. Pero la muerte lo sorprendió mientras estaba visitando la
región de Val-di-Castro, falleciendo el 19 de junio de 1027.
Fue canonizado por el Papa Gregorio XIII en el año 1582.
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