¡Cuántas cosas vivimos por dentro! Historias que imaginamos. Deseos
que nacen en lo hondo, a veces se colman y otras se quedan ahí. Palabras
que no siempre llegan a pronunciarse. Frustraciones. Alegrías.
Pensamientos íntimos. Reacciones que a veces se traslucen y otras quedan
tapadas. Búsquedas. Sueños. Mucho de lo que definimos como espiritual
en las personas. Vendavales. Canciones que resuenan en el interior
aunque fuera haya silencio…
Orar es otra forma de vivir por dentro.
Es saber que estamos preparados para buscar, para dejar que resuene en
cada uno una palabra única. Y al hacerlo, preguntamos, expresamos
nuestros más profundos anhelos y las preguntas más hirientes. Al orar desnudamos de adornos nuestra verdad, para dejar que se encuentre con esa otra Verdad intuida de Dios.
Hay muchas formas de orar. Muchos caminos. Muchas propuestas. Pero, sea
cual sea la forma, merece la pena darle un tiempo en la vida. Para
encontrarnos. Para encontrarle.
Aunque hablara las
lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, no soy más
que bronce que resuena o platillos que aturden (1 Cor 13)
Si hay algo que resuena con estruendo dentro de uno es el amor.
Despierta emociones, a veces con más pasión, y otras con más serenidad.
Pero siempre llegándonos a la entraña. Hay etapas en que el amor es
tranquilo. Hay otras etapas en que es intenso, imprevisible, hasta
excesivo. Hay veces en que te sientes colmado, y otras en que todo es
anhelo, y hasta ausencia. También con Dios. Pero que no dejemos, nunca, de arriesgarnos, de hacer el corazón vulnerable, y así llenarlo de Vida.
Fuente: PastoralSJ
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