Una vez que el Concilio de Éfeso, en el año 431, proclamó la
maternidad divina de María, el Papa Sixto III erigió en Roma, sobre el
monte Esquilino, una basílica dedicada a la Santa Madre de Dios.
Recibe también el nombre de Santa María de las Nieves porque el sitio
donde había de construirse quedó señalado de modo milagroso con una
fuerte nevada en pleno verano.
Es la iglesia más antigua
dedicada en Occidente a la Virgen María y uno de los templos más
visitados de Roma y de toda la cristiandad.
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