"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mt 16, 13-23
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus
discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen
que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista;
otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes,
les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro
respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo:
"Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de
la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de
los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y
todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que
él era el Mesías. Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus
discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los
ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y
comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no
sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás
de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no
son los de Dios, sino los de los hombres".
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