"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mt 22, 1-14
Jesús se dirigió a los sumos sacerdotes y fariseos, diciendo esta
parábola: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las
bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los
invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores
con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado;
ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a
punto: Vengan a las bodas". Pero ellos no tuvieron en cuenta la
invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás
se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al
enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con
aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores:
"El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos
de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que
encuentren". Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos
los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de
convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un
hombre que no tenía el traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has
entrado aquí sin el traje de fiesta?". El otro permaneció en silencio.
Entonces el rey dijo a los guardias: "Átenlo de pies y manos, y
arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de
dientes". Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos.
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