"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 7, 11-17
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos
y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la
ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha
gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo:
"No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban
se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, Yo te lo ordeno, levántate". El
muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un
gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su
Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda
la Judea y en toda la región vecina.
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