"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Mc 7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el
mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le
presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos
en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los
ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Ábrete". Y
en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a
hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a
nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el
colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los
sordos y hablar a los mudos".
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