"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA (¿40?-¿113?) nació en la época de los grandes emperadores de Roma, aunque él mismo no era romano, ni tampoco habitante de la capital del Imperio.
A San Ignacio de Antioquía se le considera tradicionalmente discípulo de los apóstoles San Pablo y San Juan. Este último lo habría nombrado Obispo de Antioquía en el año 69, siendo el tercer obispo de esa importante ciudad, luego de San Pedro y del obispo Evodio.
Para esa época, Antioquía, la actual ciudad turca Antakya, era la tercera ciudad en importancia en todo el Imperio, después de Roma y de Alejandría.
San Ignacio de Antioquía, llamado también Theophorus, o Portador de Dios, fue de los primeros pensadores cristianos en afirmar la autoridad del obispo como núcleo de cada comunidad. Para él, quien viera a un obispo debería reconocer en él al propio Cristo.
Cuando llegó el tiempo de las persecuciones a los primeros cristianos ordenadas por el emperador Trajano, San Ignacio fue de los primeros en ser arrestados en Antioquía, desde donde se le condujo encadenado y a pie hasta Roma, donde habría de morir en el Circo.
Durante el camino, fue escribiendo diversas cartas a las comunidades cristianas que iba encontrando por el camino. De ellas se conservan siete: a los Efesios, a los Romanos, a los Magnesios, a los Filipenses, a los Tralienses, a los Esmírneos y a Policarpo de Esmirnia.
Estos documentos lo convierten en uno de los primeros autores cristianos, pues se cuentan entre los escritos más antiguos de la cristiandad. Además, estas cartas influyeron el desarrollo de la teología cristiana.
Asimismo, San Ignacio de Antioquía es de los primeros en aludir a la Inmaculada Concepción, y en emplear el término “católico”. Sus escritos se caracterizan por enfatizar la necesidad de mantener unida a la Iglesia.
En la arena del Circus Maximus de Roma, San Ignacio de Antioquía murió martirizado al ser arrojado a fieras salvajes. Iconográficamente se le representa con unos leones a punto de devorarlo.
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA nos enseña el valor de ordenar los asuntos personales cuando la muerte es inminente.
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