Hoy nuestra reflexión, en estos tiempos que son de crisis para tantos, quiere ser una invitación a la resistencia, a la perseverancia y a la esperanza. Desde la fe y desde esta humanidad nuestra, tan capaz de levantarse y seguir caminando, pese a los golpes y las caídas.
Es un deseo y quiere ser un mensaje de aliento para tantos. Para ti,
que estás luchando por salir adelante; para ti, que te has quedado en la
calle; para ti, que no encuentras sentido, o un brazo amigo, o el amor
que anhelas; para ti, que por más que te haces unos propósitos te
descubres entrampado en las dinámicas de siempre; para ti, que a veces
ni siquiera encuentras un hombro en el que llorar; para ti, que peleas
con la enfermedad, con la duda, con la ausencia; para ti, si te muerde
la soledad; para ti, víctima de la violencia, de la pobreza, de la
exclusión o el rechazo; para ti, víctima de etiquetas que marcan,
señalan y hieren. No te rindas. Hay quien está de tu parte. Y no estás solo, aunque a veces lo parezca.
A veces parece que todo se pone cuesta arriba, que las circunstancias
aprietan, que todas las puertas se cierran. Entonces uno tiene miedo de
no encontrar la salida del túnel. Es una experiencia que puede darse en
mil ámbitos de la vida: en los estudios, en las relaciones, en la
economía doméstica, en la salud…
Quizás es en esos momentos donde
tiene más sentido buscar un poco de calma. Respirar profundo. Confiar en
Dios, que no ahoga, ni siquiera aprieta, solo que la vida es muy
complicada. Dios está de nuestra parte y quiere lo mejor para nosotros. Para mí. Para ti. Para todos. Y en su evangelio tal vez encontraremos algunas respuestas que nos permitan seguir luchando.
A veces, cuando uno siente que se está ahogando, que está sumergido en
los problemas, las preocupaciones y la velocidad, hay que intentar
elevarse sobre los inmediato y tomar aire, como el niño que emerge, por
un instante del mar donde está jugando, y se vuelve a zambullir. Tomar aire es mirar un poco más allá. Recordar que hay gente buena, y que podemos buscarla. Hacer hueco al humor,
demostrando que incluso en las circunstancias más adversas podemos
resistir con una sonrisa. Leer un poema. Escuchar una canción. Confiar
en que “nunca llovió que no escampara”. Recordar esa promesa eterna de un Dios que es amor, y de un mundo que solo encontrará su verdadera armonía allá donde el amor vaya campando a sus anchas.
(PastoralSJ)
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