1. Bienaventurado si en el Año de la Fe te dejás conquistar por el Amor de Dios.
La fe no tiene que ver con un conjunto de ideas y dogmas, sino con la
experiencia de saberse profundamente amado y desde el amor adherir al
Dios vivo.
2. Bienaventurado si en el Año de la Fe te reencontrás con la persona de Jesús,
el Dios vivo hecho hombre, por el cual como la parábola del tesoro,
vale la pena venderlo todo. Nadie que lo conozca puede quedar
indiferente. Muchos hacen ésta experiencia que describe Aparecida: "Conocer
a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo
encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo
a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (No. 29).
3. Bienaventurado si en el Año de la Fe se renueva en tu corazón la certeza de en quién tenés puesta tu confianza. Desde ahí podrás construir tu vida sobre la roca firme, de modo que ninguna tormenta te derrumbe.
4. Bienaventurado si en el Año de la Fe encontrás en María el modelo de discípulo,
que escuchando la Palabra deja que germine y dé vida en su corazón. La
fe es lo que le permite a María cantar las grandezas del Señor.
5. Bienaventurado si en el Año de la Fe redescubrís el regalo de la Eucaristía
y te acercás a participar cotidianamente para ser parte del misterio de
Jesús, entregando tu propia vida en la cruz para con Él resucitar a una
vida nueva. Podés ofrecer todos tus dolores, preocupaciónes y
dificultades en la cruz de Jesús, y ofrecerlos para bien de alguien que
lo necesite. De eso se trata la comunión de los santos.
6. Bienaventurado si en el Año de la Fe te animás a vivir la fe en una comunidad,
para acrecentarla y permitirle a Dios que ocupe el centro de tu
corazón. La comunidad eclesial permite a las personas vivir la fe como
un proceso en el cual es necesaria la presencia de otros que acompañan y
alientan el camino. Seguramente Dios pensó para vos un grupo juevenil,
una comunidad parroquial o algún movimiento; animate a vivir la fe con
otros.
7. Bienaventurado si en el Año de la Fe descubrís que creer te hace más humano.
"La fe no se opone a tus ideales más altos, al contrario, los exalta y
perfecciona" (Benedicto XVI). Si la fe no te hace ser mejor, algo está
funcionando mal. Animate a consultarle a alguien con más camino
recorrido, algun sacerdote o amigo experimentado en la fe.
8. Bienaventurado si en el Año de la Fe podés dar testimonio a través de tus obras.
"Muéstrame tu fe sin las obras, que yo por las obras te haré ver mi fe"
(Sant 2,18). Necesariamente el encuentro con Jesús te tiene que
movilizar a trabajar duro para hacer del mundo en el que vivimos un
lugar más habitable y justo para todos.
9. Bienaventurado si, en el Año de la Fe, transmitís el evangelio;
si vivís tu fe en lo de todos los días, en la escuela, en la facultad,
en el trabajo, entre tus amigos y familiares, y si además te animás a
que el misterio de Dios penetre hasta en lo más profundo de tu ser.
10. Bienaventurado si en el Año de la Fe descubrís en la oración el gran lugar de encuentro con Dios.
Orar es estar a solas mucho tiempo con quién sabés que te ama. Rezando
todos los días vas a conocer más a Jesús, y conociéndolo podrás amarlo
más. Como dice Santa Teresa, no se trata de hablar mucho sino de amar
mucho.
11.
Bienaventurado si en el Año de la Fe te animás a descubrir cuánta
riqueza espiritual contenida en la Iglesia, que es madre y maestra. La experiencia de cientos de santos que nos precedieron pueden ayudarnos a descubrir cómo vivir en plenitud.
(Fuente: Oleada Joven)
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