"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 18, 35-43
Cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del
camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué
sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a
gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban
delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
"¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se
lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que
haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera
la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó
la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el
pueblo alababa a Dios.
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