"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le
dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: 'Si alguien está casado y
muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case
con la viuda'. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y
murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el
tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente,
también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será
esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió:
"En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son
juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección no
se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son
hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a
resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando
llama al Señor 'el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob'. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en
efecto, viven para él". Tomando la palabra, algunos escribas le
dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle
nada.
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