"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
SAN CARLOS BORROMEO
SAN CARLOS BORROMEO (1538-1584) nació en Arona, en Novara, Italia, en el seno de una familia noble e influyente de políticos, banqueros y militares.
Como segundo hijo del conde Gilberto Borromeo y de Margarita de Médicis, de acuerdo con las costumbres aristócratas, desde niño San Carlos Borromeo fue destinado a la vida religiosa, y a los 12 años ingresó a la abadía benedictina de Arona. Más tarde estudió Derecho en la Universidad de Pavía.
Su tío materno era el papa Pío IV, y en 1560, cuando San Carlos tenía 22 años, lo mandó llamar a Roma para trabajar cerca de él en asuntos de Estado. En 1563 fue invitado al Concilio de Trento, donde recibió la consagración como obispo de Milán.
A la muerte del papa Pío IV un año después, San Carlos Borromeo salió de Roma para dedicarse exclusivamente a su diócesis de Milán, la cual abarcaba un territorio muy extenso en el norte de Italia y Suiza.
San Carlos visitó cada rincón de su diócesis, preocupado por la formación del clero, para lo cual fundó numerosos seminarios. También estableció hospitales y asilos, atendiendo las condiciones de los fieles, en especial las de los más necesitados.
Haciendo valer siempre su lema: “Humildad”, San Carlos Borromeo buscó reformar la estructura interna de la Iglesia para separarla de los intereses de los poderosos. Los enconos que despertó fueron tales, que sufrió un atentado, del cual salió ileso.
Cuando la peste asoló Milán entre 1576 y 1578, las medidas tomadas por San Carlos contribuyeron a salvar numerosas vidas, aunque en su actividad al cuidado de los enfermos su salud quedó algo minada.
Por la fuerza de su ascetismo y la firmeza de sus principios, San Carlos Borromeo se convirtió en el modelo de los obispos de su tiempo. Víctima de fiebres y de la excesiva fatiga, murió a la temprana edad de 46 años.
San Carlos Borromeo fue canonizado en 1610 por el papa Paulo V. Su cuerpo incorrupto se conserva todavía en la catedral de Milán.
SAN CARLOS BORROMEO nos enseña que la verdadera nobleza exige humildad y amor por los desfavorecidos.
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