"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Jn 20, 1-8
El primer día de la semana, de madrugada, María Magdalena corrió al 
encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les 
dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han 
puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente 
que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el 
suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y 
entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario 
que había cubierto la cabeza de Jesús; éste no estaba caído con las 
vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro 
discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
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