"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 1, 26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre
perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la
virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas
palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar
ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha
favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le
dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para
siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser
eso; si yo no tengo relación con ningún hombre?". El Ángel le
respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será
llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a
pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en
su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo
entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu
palabra". Y el Ángel se alejó.
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