"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". (Jn. 21, 16)
Lc 1, 67-79
Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo
proféticamente: "Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha
visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en
la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo
antes por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros
enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo
misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del
juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de
temor, arrancados de las manos de los enemigos, lo sirvamos en santidad
y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. Y tú, niño, serás
llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando
sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el
perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro
Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar
a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar
nuestros pasos por el camino de la paz".
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